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Crítica de Gabo11


Gabo11
24 October 2022
Esta reseña incluirá spoiler, pues se dirige a aquellos que conocen el texto.
"El animal más peligroso" es un thriller histórico que se lee en un suspiro, al punto de que tardé solo un par de días en culminarlo. Lo que torna tan fluida su lectura es la capacidad de enganche que posee, y que se debe, entre otras razones, al hábil uso del "cliffhanger" dentro de su estructura. El recurso del cliffhanger (final de episodio que queda "colgado de un precipicio") entraña un suspenso obtenido gracias a una frase o situación que deja al espectador ansioso por saber qué ocurrirá después. En esta novela su autor utiliza, sin excederse, ese potente artilugio narrativo.
Por ejemplo, al término del capítulo 28 hay un cliffhanger cuando el personaje que encarna a Jack el Destripador, en el fragor de su pelea con Arthur Legrand, cae desmayado por efecto de la sustancia que le inoculó Bárbara Doyle (“…Con ojos vidriosos, alcanzó a ver cómo el más pequeño retiraba la aguja hipodérmica aún goteante, que con pericia había inyectado en su vena. Luego todo se nubló y cayó desvanecido…").
No sabemos que pasará con ese sujeto. En el capítulo de cierre nos enteramos que despertará amarrado dentro de su propio barco.
Otro cliffhanger consta en el último párrafo del capítulo 15 y da pie para abrir la sección final del libro, en la cual el entramado novelístico se orienta hacia un ámbito pretérito ("...El Asesino del Torso, los crímenes del Támesis, recordó Arthur. Y su mente deambuló al pasado...").
La técnica del "flashback" tiene igualmente cabida en esta historia. Este subterfugio estriba en transportar la acción al pasado para luego regresar al momento actual. Se mixturan en el curso lineal secuencias de antaño.
De tal suerte, en el capítulo 9, durante una reunión de trabajo de los investigadores, se produce un retroceso cuando Barrett pasa a describir el eventual primigenio crimen de Jack el Destripador ("...La historia dejó constancia de que el agente Thomas Barrett...fue el inicial guardia en arribar a la escena del asesinato de Martha Tabram..."). El segmento ulterior retorna al teatro previo al flashback, sin mediar aviso ni transición ("...Se hizo un intermedio en la reunión de trabajo. Los detectives lo aprovecharon para estirar sus piernas ateridas de tanto permanecer sentados..."), pero párrafos más tarde se vuelve al recordatorio de esos delitos ("...No hizo falta nada más para que los presentes supieran cual devendría ahora el caso criminal objeto de estudio..."). La lupa narrativa se enfoca con recurrencia en las mujeres asesinadas. Esa crónica fijada en el ayer salta de un homicidio a otro y, mientras el hilo narrativo anterior se desintegra, conoceremos el trágico destino sufrido por las víctimas.
En el capítulo 14 veremos a Legrand revivir esos hechos, recuperándose así el tiempo vigente ("...El grupo de oyentes comprendió que Arthur había terminado su exposición sobre el crimen de Catherine Eddowes...").
Otro flashback diestramente logrado se encuentra en el capítulo 24. Allí Fred Campbell recuerda cómo conoció al maestro de la orden demoníaca y se inmersa en el pasado mientras está en su taller junto a los detectives ("...La casualidad había querido que, a principios de 1887, conociera a un caballero recién regresado a Inglaterra, tras prolongada estadía en el extranjero. Se trataba del dueño de un mercante...").
Y tras una evocación tan colorida como angustiante la dinámica retorna al hoy ("...Había entrecerrado sus párpados mientras hablaba...Ahora, al abrir los ojos, vio que también estaba rodeado. No en aquella tétrica embarcación, sino dentro de su taller. Y la compañía era más amigable...).
Asimismo se aplica un método de interrupción de la realidad que sin constituir un flashback, pues no es un viaje al pasado, resulta ingenioso. En el capítulo 8 asistimos a una escena doméstica entre los investigadores y amantes Arthur y Bárbara. Cuando el dúo va hacia el lecho en pos de consumar sus deseos el ciclo se corta, el lector es exiliado de esa realidad y sumergido en la fantasía de un cuento sobre el asesino Jack el Destripador escrito por la periodista ("...Le tomó de la mano conduciéndolo rumbo al dormitorio. Por el trayecto el hombre dejó caer en el piso la libreta. Aquellas anotaciones narraban una fábula que mentaba así...").
El relato también corona algunos de sus pasajes valiéndose de la táctica de la "vuelta de tuerca". Tal vez el paradigma de incidente con un giro de torno esté en el último capítulo, cuando Bárbara devela su identidad ante Jack el Destripador ("...Soy una niña que escapó de vuestras garras y creció. Transcurrieron dieciséis años. Battersea 1873, ¿te acuerdas?...").
El lector queda boquiabierto a raíz del inesperado descubrimiento.
Dicha estratagema de nuevo se advierte en el capítulo 27. Aquí la joven presentada como futura inmolada en un sacrificio humano acabará ayudando a que su ejecutora, la asistente satánica, sea degollada en su lugar. En un desenlace insólito la perversa Diana se agacha para recoger el cuenco donde se derramará la sangre de la sacrificada, cuando: ("...sintió un doloroso tirón en la nuca. Jalaban con vigor de su luenga cabellera azabache...Un segundo brazo la sujetó y la arrastraron sobre la mesa ritual. La víctima ya no yacía allí. Se había bajado de ese lugar destinado al sacrificio y ayudaba al discípulo a izarla en vilo...").
*Fragmento de la reseña "El animal más peligroso. Un thriller victoriano" en el sitio web: marcelomoreno.blogspot.com, 12 de agosto de 2016.
Enlace: https://marcelomorenop.blogs..
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