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Esta segunda parte empieza unos seis años después de los acontecimientos del primer libro. Tenemos a nuestros protagonistas dispersos a lo largo del mapa, algunos siguen donde los dejamos, pero la mayoría no. El principio del libro se dedica a informarnos de lo que ha pasado con los protagonistas en este tiempo y qué consecuencias han tenido los acontecimientos del primer libro en sus vidas. Al empezar el libro me preocupaba no acordarme de los detalles, porque es una historia con muchos nombres, tanto de personas como de lugares, pero por suerte la editorial ha incluido un glosario extenso al principio que tuve que repasar. Aun así reconozco que me he sentido perdida en un par de ocasiones a lo largo de la historia. Uno de los motivos puede ser que se han añadido algunos territorios más a aquellos que conocíamos del primer libro. O también que hay mucho embrollo político, mucha conspiración y traición, y aunque eso aporta un rasgo distintivo a la obra (no suelo leer muchas historias con tramas tan eminentemente políticas), en algún momento me he frustrado porque me resultaba muy difícil seguir el hilo con tanta información y tanto nombre. Y esa información era importante, porque esta segunda parte se aleja de la fantasía bélica alrededor de la que giraba el primer libro y se centra más en la política, en ese juego de mover ficha y esperar a la reacción del adversario, y de vigilar tanto a los supuestos aliadas como a los enemigos. En ese sentido, el tipo que acción que tiene es muy diferente de la que vimos en Las guerras de la alianza. Además, en este libro vemos mucho menos de ese sistema de magia que se nos presentó en el primer libro, el sistema que en general requiere que dos personas se alíen para poder realizar magia. Ese era un rasgo muy original del worldbuilding y he echado en falta ver más casos en este libro (solo ha habido uno) y explorarlo más a fondo. Como siempre que un libro está narrado desde diferentes perspectivas, hay algunos puntos de vista que enganchan más que otros. Aunque siguen pareciéndome bien construidos y con voces narrativas diferenciadas. Debo reconocer que el de Kuenre no me ha atraído demasiado, quizás porque tengo la sensación de que simplemente se deja llevar y poco de lo que le pasa es activamente obra suya. Por otro lado Cuervo ya fue un personaje bastante fascinante en el primer libro y aquí ha seguido siéndolo. de hecho, me ha gustado mucho poder ver más de cerca lo que era la unidad de los cuervos, sus dinámicas y cómo se relacionan todos con todos. Shesh es un personaje que a veces me confunde, sobre todo por todos sus tonos de gris. A pesar de ello, me impresiona lo inteligente que es y cómo se anticipa y lo planea todo. Sus intenciones siempre son buenas (desde mi punto de vista), pero los métodos que emplea para conseguir lo que quiere... en la mayoría de ocasiones no son muy morales. Me parece fascinante su lucha como mujer en un mundo de hombros y cómo su poder los asusta tanto. Un aspecto del libro que ha acabado pareciéndome negativo (aparte del tema de que a veces me he perdido un poco) es el hecho de que todo el mundo se acuesta con todo el mundo. Era algo que ya pasaba en el primer libro y también me puso incómoda en alguna ocasión, y al ver que en este segundo libro se repetía el patrón, he acabado un poco cansada. No me incómoda para nada el sexo explícito en literatura y estoy a favor de la libertad sexual y aprecio que ninguno de los personajes cometa infidelidades, porque hay multitud de relaciones abiertas (me parece que todas lo son) en esta historia. Sin embargo, a pesar de eso, para mi gusto personal ha acabado pareciéndome excesivo, porque es que es casi literalmente todos con todos, en cualquier situación y lugar. Eso sí, algo que la autora ha conseguido muy bien ha sido ese final. Realmente me ha impactado, tanto los acontecimientos como cierta revelación final. Creo que es un final potente que puede ser un buen punto de partida para la tercera y última entrega. |
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