No importa cuántos colegios cierren los nazis, les contestaba. Cada vez que alguien se detenga en una esquina a contar algo y unos niños se sienten a su alrededor a escuchar, allí se habrá fundado una escuela.
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No importa cuántos colegios cierren los nazis, les contestaba. Cada vez que alguien se detenga en una esquina a contar algo y unos niños se sienten a su alrededor a escuchar, allí se habrá fundado una escuela.
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Cuando la gente es hacinada, marcada y sacrificada como animales, llegan a creer que son reses. Reír y llorar les recuerda que aún son personas.
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Al final, H. G. Wells tenía razón y en verdad existe la máquina del tiempo: son los libros.
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Porque hay que ser valiente para sentir miedo y seguir adelante. Si no tienes miedo, ¿qué merito tiene hacer esto o lo otro?
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Nadie elogia a los que se echan atrás. Se da cuenta de que es fácil medir el tamaño del heroísmo, cuantificarlo en honores y medallas. Pero, ¿cómo se mide el valor de los que renuncian?
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Es demasiado joven aún para saber que la felicidad no puede vencer a nada, que es demasiado frágil, que es derrotada siempre.
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Después de pasar toda la adolescencia atrapada en la fealdad de la guerra, sentirse hermosa por una tarde la hace feliz por un instante. Ese momento la alimenta más que una plantación entera de apio.
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Conseguir saber la verdad en Auschwitz es como agarrar copos de nieve con el cazamariposas del profesor Morgenstern.
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La muerte se ha convertido en una industria que sólo es rentable si se trabaja al por mayor.
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Vivir es un verbo que sólo se conjuga en presente.
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¿Quién es el autor/la autora de Episodios Nacionales?