El último verano de Silvia Blanch

Será casualidad, pero en lo que va de año van ya tres novelas sobre personas desaparecidas los que llevo. El último verano de Silvia Blanch entra en la categoría de joven desaparecida sin dejar rastro (el otro apartado sería el de niños).
Distintos personajes van narrando en primera persona los sucesos, incluida la propia Silvia, partiendo desde antes de su desaparición hasta, ya evidentemente muy al final de la novela, el momento de la misma.

La que más interviene es Alex, auténtica protagonista de la novela, muy por encima de la propia Silvia. Una periodista que ve tras publicar su artículo la posibilidad de hacer su sueño realidad.

Una novela que está ambientada en el Montseny, un lugar y un paisaje del que se enamora Alex y cuyo amor transmite al lector. Un lugar tranquilo y pequeño, en el que todos saben de todos por más que muchos tengan muchos secretos que ocultar. Un lugar en el que como dice uno de los personajes, todos mienten

Una idea recorre de una punta a otra esta novela: hay sucesos de los que ninguno estamos libres.


Ha escrito Lorena Franco un thriller que se lee con interés, con unos personajes con una personalidad compleja que en todo momento nos tienen en vilo, porque cualquiera puede ser el responsable de la desaparición o haber contribuido a la misma. Eso suponiendo, que es algo con lo que la autora mantiene la intriga que realmente haya desaparecido.
Ese coche del que vio bajar entre la lluvia a Silvia acompañada de un hombre, sin signos de violencia y sin que haya aparecido ningún cuerpo, unido a los hechos que Silvia nos va contando, llevan a pensar en que su desaparición puede ser voluntaria.

Un poco le baja la nota a la novela su final, que sin ser malo (no voy a entrar en detalles para no destripar la novela a nadie) parece un poco tramposo, en el sentido de que pocas o ninguna pista a dado la autora para que pudiéramos llegar hasta él.
Con todo, una novela que se lee con mucha fluidez e interés. Y eso, en los tiempos que corren donde la mente se nos va con demasiada frecuencia y la capacidad de concentración en muchos momentos está bajo mínimo, es ya mucho decir.
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