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Crítica de Queridobartleby


Queridobartleby
30 November 2022
Janet en “Rostros en el agua”, se centra práctica y exclusivamente en los pasos por las instituciones mentales. Parece querer emplear un alter ego, en la persona de Istina Movet. Esa característica se encontraba en algunos relatos de Anna Kavan. Ambas, quizás para evitar el dolor de los recuerdos de hospitales, emplean la primera o tercera persona por medio de otro personaje, para narrar vivencias propias traumáticas.

La protagonista ejerce de maestra, difiriendo de la vida real de la autora —Janet, cuando tuvo la crisis, estudiaba para ser maestra—. Convengamos en que la escritora introduce algunos rasgos ficcionales para complementar una narración basada en sus propias experiencias.

Transcurridas unas pocas páginas tenemos a Istina internada en un centro mental, temiendo la terapia de electroshock:

"Tenía frío. Traté de encontrar un par de calcetines largos de lana que mantuvieran mis pies calientes para no morir con el nuevo tratamiento, la terapia por electroshock, y evitar que hicieran desaparecer mi cuerpo por la puerta trasera para llevarlo al depósito de cadáveres".

En la reclusión, se temía el momento de aplicación del tratamiento, confiándose en milagros, como la avería de la máquina:

"En ocasiones, sentíamos un alivio casi delirante cuando la máquina se estropeaba y el médico salía, frustrado, de la sala del tratamiento, y la hermana Honey nos daba la maravillosa noticia:
—Vístanse todas. Hoy no habrá tratamiento".

Janet nos describe la confusión e indefensión que aparece tras la aplicación del tratamiento convulsivo:

"Puedo oír cómo alguien gime y lloriquea; es alguien que ha despertado en el momento y en el lugar equivocados, porque sé que el tratamiento te arrebata esas cosas, te deja sola y ciega y sin identidad alguna, y buscas a tientas el camino a la fuente del consuelo más elemental, como un animal recién nacido; entonces te despiertas, pequeña y asustada, y las lágrimas no paran de manar, frutos de un pesar indescriptible".

Nos describe un centro donde los especialistas suelen tener una edad avanzada. Parecen vivir ajenos a los enfermos mentales, como estableciendo una barrera de por medio. Tan sólo Istina alude a un joven doctor que presenta un criterio más humanista con los enfermos mentales.

El tiempo es relativo, se anula, entre los barrotes de los centros mentales, parece querer decirnos la autora a través de Istina:

"No existe pasado ni presente ni futuro. Utilizar los tiempos verbales para dividir el tiempo es como trazar rayas de tiza en el agua. No sé si mis experiencias en Cliffhaven tuvieron lugar años atrás, están ocurriendo ahora o me aguardan en lo que se da en llamar el futuro".

Como ya comenté en las notas biográficas sobre Janet Frame, los diagnósticos fueron erróneos. Janet era una persona muy sensible y tímida y esa dificultad en las relaciones con los demás fue confundida con una enfermedad mental, como lo era la esquizofrenia. Es clarificador como en un momento dado, ella sabe que no está enferma pero sí temerosa del ambiente adverso y el personal represivo:

"Yo no me sentía enferma, pero sí tenía miedo. El doctor Tall cojeaba. La hermana Creed cojeaba. La cara de carnicera de la enfermera jefe Borough se hinchaba ante mí de forma amenazadora. Y, sin embargo, me dirigía obedientemente al otro pabellón, al que llamaban el Cuatro Cinco Uno, para someterme a los electroshocks e intentaba reprimir una inquietud que rayaba en el pánico cuando captaba el olor peculiar del pabellón y oía su nombre mismo: Cuatro Cinco Uno, sin duda un código siniestro".

No es preciso ahondar más en el libro para haber ofrecido unas pinceladas del intenso texto de Janet Frame. La autora expone con toda crudeza la rutina diaria en las instituciones mentales. Así como en Unica Zürn o Anna Kavan, en sus textos de estancias en centros mentales se produce una mezcla de realidad e irrealidad, además de un fuerte componente simbólico; en Janet Frame el relato es totalmente realista, con toda su dureza.

En su relato nos describe un personal médico carente de sensibilidad, totalmente alejado de las pacientes e instaurando una barrera infranqueable hacia ellas. Las enfermeras, tampoco se salvan de su crítica, comportándose de manera indolente y represiva. Nos habla la autora de una convivencia prácticamente imposible con sus compañeras internadas, la mayoría afectadas con enfermedades mentales severas. Nos transmite Janet, los olores "ad nauseam" que se perciben en los prolegómenos de las prácticas electro convulsivas y en el interior del centro. Son escalofriantes sus descripciones de Pabellones siniestros con pacientes desahuciadas.

La autora nos transmite la indefensión a la que se vio sometida, más cruel si cabe, al tener consciencia de lo que estaba viviendo, sabedora de que ella podía tener alguna limitación en las relaciones por su exacerbada timidez, pero no un desequilibrio mental agudo. Ahora bien, vivir esas experiencias al límite, influían en su personalidad extremadamente sensible. Son desgarradores los testimonios anteriores y posteriores a los electroshocks a los que se vio sometida. Más desgarrador es aún el terror que transmite ante la inminencia de una operación irreversible como la lobotomía.

Como en los textos de Unica Zürn y Anna Kavan, en el libro de Janet Frame, la incomunicación y la soledad del personaje, es decir, de la misma Janet, es desoladora.

Si queréis ver nota biográfica, más textos y citas, junto a material gráfico y sonoro, visitad la Página (¡Gracias!):

Enlace: https://queridobartleby.es/j..
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