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Crítica de Inquilinas_Netherfield


Inquilinas_Netherfield
21 November 2019
La editorial Sexto Piso reeditó el año pasado este clásico moderno (lo publicaron en su primera edición allá por 2011) y en cuanto lo vi en mi librería me hice con él, que ya sabéis que me gusta irme hacia atrás y leer esos libros pioneros cuyos parámetros sentaron las bases para mucho de lo que leemos hoy en día. El libro esperó pacientemente su turno en la estantería y este verano por fin me adentré en sus páginas. Os cuento.

Frederick Clegg es un joven peculiar, asocial, que apenas tiene relación con nadie salvo con su tía y su prima, con las que vive desde que sus padres murieron cuando él era niño, y que aparte de su trabajo como funcionario, solo se interesa por su colección de mariposas... bueno, y por Miranda, una hermosa muchacha estudiante de Arte a la que solo conoce de vista, con la que jamás ha hablado, pero que ocupa cada uno de sus pensamientos. Cree que si Miranda se molestara en conocerlo se daría cuenta que están hechos el uno para el otro, pero en cierto modo sabe que Miranda está en otra liga y lo acepta; se conforma con observarla, seguirla, o con entrar en las mismas cafeterías y pubs que ella entra y estar a unos pocos metros mientras ella disfruta de la compañía de sus amistades. Desea, anhela, sueña e imagina, pero no cruza límites. Hasta que un día le sonríe la fortuna monetaria y empieza a ver luz en el oscuro túnel: ahora tiene los medios para forzar ese encuentro, tiene la capacidad adquisitiva para crear un escenario en el que Miranda pueda conocerle y enamorarse de él tanto como él lo está de ella... que Miranda se adentre en ese escenario de manera voluntaria o no es indiferente. El dinero da a Frederick la oportunidad de pasar del deseo al hecho, del pensamiento al acto, y cuando secuestra a Miranda y se la lleva al búnker que ha decorado, amueblado, equipado y dispuesto en su honor, piensa que el comienzo de su relación será un camino de rosas... y está muy equivocado porque se le ha pasado por alto algo muy evidente: que no conoce a Miranda. No la conoce nada en absoluto.

No creáis que os he destripado la historia porque esto es solo el planteamiento. Se sabe desde la sinopsis que Frederick secuestra a Miranda porque eso no es lo importante, lo importante es lo que sucede a continuación. A partir del secuestro es donde realmente comienza la trama: cuando empieza la lucha de voluntades entre ellos, secuestrador y secuestrada... cuando empieza el juego del gato y el ratón y ambos roles saltan de un personaje a otro una y otra vez. Y es que os decía arriba que esta historia fue pionera en el momento de su publicación hace ya casi 60 años. ¿En qué fue pionera? En lo que hoy llamamos thriller psicológico, aunque vistas las múltiples, variadas y a veces surrealistas derivaciones que ha tenido este género, seguramente aquel que se acerque a esta novela con la mentalidad del lector actual y pensando en lo que hoy se considera thriller psicológico, se llevará un chasco. Y, sin embargo, es una joya. de las que relucen, de las que te hacen devorar el libro. Y la trama es mucho más moderna de lo que pueda parecer por el año en que fue publicada.

La novela está dividida en tres partes. En la primera Frederick nos cuenta en primera persona su versión de cómo ocurre todo, y para ello nos da unas pinceladas de su vida hasta el momento en que gana las quinielas y decide que, ya que es rico, puede hacer muchas cosas que antes serían impensables: una de esas cosas es poder comprar una casa y habilitarla para tener a alguien secuestrado en su interior. Ese alguien es Miranda, una joven estudiante de Arte con la que jamás ha hablado pero con la que está obsesionado. ¿Su plan? Obviamente secuestrarla, y conseguir con el tiempo que deje de verle como a su secuestrador, le conozca y se enamore de él. Para eso la colma de caprichos y de atenciones (es su manera de que el secuestro no parezca "tan" secuestro y de tenerla contenta... según él) y deja pasar el tiempo, a ver si todo discurre como él cree que debe discurrir.

La segunda parte es el diario de Miranda durante su cautiverio. Gracias a esos caprichos que os comento arriba y que Frederick le concede, Miranda consigue tener papel en el que ir escribiendo un diario secreto donde contar el día a día de su secuestro, lo que le pasa por la cabeza, lo que opina sobre Frederick, sus miedos iniciales (cree que tiene motivación sexual), cómo todo va derivando en algo totalmente distinto, su percepción sobre la gente que ha dejado fuera, si hubiese hecho algunas cosas de manera distinta de haber sabido lo que le iba a pasar... Así conocemos a una Miranda en las Antípodas del ideal recatado, sumiso y tontorrón que había imaginado Frederick, y precisamente en esa discordancia entre lo que él esperaba de Miranda y lo que realmente es Miranda, radica la lucha de voluntades en la que se convierte todo este cautiverio.

En la tercera parte, la más breve porque es la que da conclusión a la historia, volvemos a Frederick, que es el que da un final a la historia... o algo así. No os puedo decir más sobre esta parte, pero ese final, que en realidad no lo es, resulta tan genial desde el punto de vista literario como desasosegante desde el punto de vista moral.

Esta fue la primera novela publicada por Fowles (¿os sorprende que os diga esto? xD) y tanto el modo de plantearla como la estructura que escogió resultaron totalmente innovadores en su momento. Y hasta esa tercera parte en la que todo queda claro, Fowles juega con el lector, que obviamente tiene claro en la cabeza lo que está pasando, lo que está bien y lo que está mal, pero al mismo tiempo, al leer de primera mano al secuestrador durante toda la primera parte, atraviesa un paraje de ambigüedad que en realidad dista mucho de ser cierto. Es como si el lector quisiera transitar por un camino en medio del bosque y el autor le cogiera del brazo e intentara que cogiese ese otro sendero estrecho sin señalizar que se esconde entre los árboles. El lector no hace ni caso al autor y sigue por su camino, pero siente su mano sobre el brazo durante toda la lectura.

Sí que es cierto que la segunda parte, la narrada por Miranda, es más lenta, más ardua de leer por repetitiva en cuanto a los pensamientos que ella plasma sobre el papel, que se repiten una y otra vez en ciertas ocasiones, pero es que precisamente ahí radica su autenticidad, su realismo. ¿No os parece natural que una mujer secuestrada durante semanas, meses, cuya única ocupación sea la de pensar y darle vueltas a la cabeza, se enroque y reincida en pensamientos y reflexiones que le preocupan y se aferre a ellas una y otra vez? Es lo que hacemos en situaciones de estrés de la vida diaria, pensar las cosas más de lo necesario, así que imaginaos en una situación como un secuestro y la presión psicológica que eso conlleva... realmente es lo único que se puede hacer: pensar. Así que sí, el diario de Miranda es algo más pesado que la narración de Frederick, pero creo que el autor da en el clavo al plantearlo de esa manera.

Ese diario, por cierto, esconde una de las claves de este secuestro. Porque cuando leemos a Frederick leemos a un hombre que intenta todo el rato justificarse por sus acciones y cuyo eje gira alrededor de la mujer que tiene secuestrada, de la que no consigue lo que quiere y sobre la que comienza a descargar su frustración. Pero el diario de Miranda es otro mundo, un mundo mucho más complejo, en el que, dejando aparte sus reiteraciones sobre lo que ha dejado fuera, sobre lo que le gustaría hacer y ya no sabe si podrá, descubrimos a una mujer de clase acomodada, clasista, intelectual y muy inteligente (mucho más que su secuestrador), culta, formada y versada en el mundo. Y, a lo largo del secuestro, Miranda casi termina por despreciar más a Frederick por no estar a su altura, por no saber darle conversación, por no saber de arte, de literatura, de música, de política... que por su rol de secuestrador. Y este desprecio que es general por los que no han tenido las mismas oportunidades que ella, por aquellos que son inferiores en inteligencia, la sensación de superioridad desde la que observa el mundo, son parte importante de la trama, porque Miranda es la víctima pero no por ello busca agradar al lector, no se le otorga el rol de víctima que da pena sin más (que hubiese sido lo más fácil), y ese es otro de los senderos poco transitados por los que el autor quiere llevarnos.

Tanto la novela como su adaptación cinematográfica fueron muy polémicas en su día porque, por desgracia, se convirtieron en ideario de cabecera de varios psicópatas, secuestradores y asesinos en serie a lo largo de varias décadas, que argumentaban que esta historia había sido la inspiración para sus crímenes. Sobre esto no voy a entrar, hay mucha información en internet sobre ello si os interesa, pero os lo nombro aquí para que os hagáis una idea de la importancia, relevancia y fama que tuvo en su día El coleccionista.

No os puedo decir más que es un muy buen libro tanto en el planteamiento como en la ejecución, y que todo aquel que guste del suspense y/o el thriller psicólogico debería leerlo para conocer los orígenes del género. Dejando a un lado las alusiones a la época y el avance tecnológico sufrido en las últimas décadas que obviamente está ausente en esta novela, la historia, la complejidad de los personajes y la relación entre ellos bien podrían formar parte de una historia actual.
Enlace: http://inquilinasnetherfield..
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