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Crítica de Vanevska


Vanevska
20 April 2022
En El coleccionista nos encontramos con un thriller psicológico moderno, donde el escritor John Fowles, afirmaba que una de sus motivaciones para escribir era imaginar a sus personajes en situaciones límite para ver cómo respondían.
Menos mal que hizo su experimento en forma de libro porque si no lo hubiesen metido en prisión...

Sus dos personajes principales son Frederick y Miranda, él un hombre asocial, con una pobre educación, que vive con su madre y su tía y que lleva una vida anodina que le permite tiempo libre necesario para pensar en Miranda y en lo que cree que siente por ella cada vez que la ve ir a la universidad a estudiar arte y ella una chica joven de veinte años que le gusta lo que hace, se le da bien, es inteligente y tiene amigos con los que divertirse, vaya lo normal para una chica de su edad.

Pero un acontecimiento extraordinario en la vida de Frederick hace que de un día para otro su vida de un giro de 180º, y bueno, aquí es donde comienza la triste historia.

El secuestro de Miranda por parte de Frederick es el secuestro de la clase acomodada a manos de la clase media. La cultura diferencia a ambos personajes, los distancia irremediablemente, y ella se recrea, para goce de los lectores, en describir cómo lo humilla. Frederick no siente, ni ante el arte, ni ante la música ni frente a un cuadro, ni siquiera como sentimiento espontáneo, nacido de la emoción de tener al ser «amado» a su lado para poder observarle cual mariposa de su colección, porque sí, él colecciona mariposas bellamente enmarcadas y colocadas pero claro, sin libertad.

El libro consta de 4 capítulos, siendo los dos primeros los más extensos, pues los demás abarca lo que sería la conclusión final, está narrado primero por Frederick, como si de un diario se tratara, y después en el segundo capítulo la que lo narra es Miranda, realmente sí que lo escribe para mantenerse ocupada y no sentirse tan sola en su aislamiento, y donde encontramos unos diálogos sobrecogedores, sueños, cosas que desea hacer, personas con las que quiere estar, risas que escuchar, paisajes por pintar, cosas por descubrir, personas a las que amar...

Lo que más me sorprendió de la lectura fue la fuerza, inteligencia, el razonamiento, la capacidad de reflexión, a veces la paciencia, la ilusión tan grande por salir de ahí, los planes que tenía para cuando llegase ese momento ansiado, vamos un cerebro a mil por hora pensando en todo momento en solo una cosa, escapar, pero sobre todo en SOBREVIVIR.

El personaje de Frederick no se queda atrás, pues a simple vista es muy puritano, correcto, se comporta como un "buen anfitrión" o como un novio que no hace falta que le digas que quieres algo porque al momento lo tienes... ¿pero qué sabe él del amor? . Y ahí vemos entonces que algo no encaja, que la búsqueda nunca fue el amor porque él es incapaz de amar. Los lectores somos conscientes de la desigualdad intelectual de ambos y de cómo él acabará descubriéndola y detestándola aún más por eso. Porque esta novela habla de misoginia, de odio, de cosificación, de abuso, de complejo de clase y de inferioridad que sienten unas personas hacia otras.

Decir que tiene un final redondo, perfecto, donde el título que da nombre a esta novela se queda corto, que va más allá hasta de nuestra imaginación y
nos absorberá hasta la extenuación y terminaremos cerrando el libro con la sensación de que la literatura se inventó para nosotros, para que nuestra vida no fuera tan inhóspita a pesar del horror ahí fuera.










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