Por qué escuchamos a Leonard Cohen

Durante años, Cohen se había sentado a tejer un tapiz armónico sobre el que dibujar una melodía.

Hablo de un rumor profundo, que dialoga de igual a igual con una tuba o un contrabajo tañido con arco. Una sonoridad que excede lo que nuestros oídos registran y resuena en otro nivel, sacudiendo moléculas.

Munido apenas de su Telecaster, lo cual desnuda la canción de todo elemento que no sea imprescindible, Buckley canta como un ángel mutilado y caído que se recupera del porrazo y produce una belleza que lo reconecta con el cielo perdido. [Great, but not good -Hallelluia-]

El tipo que canta allí, totalmente sacado, es a todas luces (¡y a todos oidos!) un hombre que se aproxima a límites que nunca antes había soñado.

La cosa tenía que estallar por algún lado. Y si de estallidos se trata, ¿quién mejor que el explosivo Phil Spector?

Influenciado por la melancolía de Cohen, he imaginado muchas veces una manera de irme de esta dimensión, cuando mi tiempo aquí termine.

Sería algo así. Estoy jugando póker (cerrado, por supuesto) con amigos, y en un momento me levanto. Abandono la partida en silencio, dejando mis naipes volcados del revés sobre la mesa, sabiendo que mis amigos no osarán darlos vuelta y descubrir mi juego..

[Indio Solari, Prólogo]

... se ocupaba de su opresión personal escribiendo letras cada vez más salvajes y bebiendo de más.