Los tigres no pueden esperar eternamente

Detrás de un título y una portada tan sugerentes, se esconde una lectura diferente, ligera, rara en la más agradable de sus acepciones. Y, es más, desde el principio hasta el final mantiene el interés, que es mucho más de lo que puede decirse de otras editoriales o autores/as más consagrados.

Odile es una escritora de mediana edad, sumergida en el hastío y la soledad del verano en la ciudad, que tras la visión de una imagen del pasado, se embarcará en un proyecto literario que intenta desviar la mirada hacia todos aquellos espejos en los que decididamente no queremos observar.

Ninguna sinopsis o resumen pueden realmente describir con precisión el cariz de una lectura que reconozco que es extraña en su diferencia. Un libro dentro de otro libro, una historia al lado de otra, perfectamente diferenciadas en su tipología, extrañamente confusas en el punto en el que deberían plantarse cara.

La escritura de Sonia Fides está bien trabajada (se notan los antecedentes poéticos), aunque quizá sí que peca de unas reiteradas fórmulas que imagino características de su estilo que pueden ralentizar la lectura; una serie de bellas imágenes y reflexiones que darán un aire aún más misterioso a la velada personalidad de sus personajes.

Creía que alejándome de la zona cero del final de lectura mis ideas respecto de ella se aclararían, las palabras acudirían al espacio en blanco (ahora quizá sí que entiendo algunas particularidades de su protagonista) y poblarían su silencio con un discurso convincente y sin fisuras.

Días después, compruebo que no ha sido así, pero esta es la grandeza de las lecturas que descubres por casualidad: el hecho de tambalear por un momento todas las certezas literarias que creías poseer.


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