Lara es una joven que vive en un peligroso barrio de las afueras de Madrid. Su vida es una constante lucha, ya que se ocupa de estudiar, trabajar y cuidar a su abuela Carmen, quien padece de alzhéimer y es su única familia. Afortunadamente, no está sola en esta difícil situación, ya que cuenta con el apoyo y la amistad de Olimpia e Irene, sus vecinas y mejores amigas, quienes también enfrentan sus propias dificultades. Sin embargo, la vida de Lara da un giro inesperado cuando tiene un encuentro fortuito con Saúl, uno de los arquitectos encargados de planificar obras de rehabilitación en su barrio. A medida que las obras comienzan y los escombros se remueven, el pasado de Lara resurge y altera aún más su vida ya caótica. Lara se ve enfrentada a diversos desafíos y situaciones que amenazan su supervivencia. Debe lidiar con las consecuencias de su pasado, mientras intenta seguir adelante con sus responsabilidades y cuidado de su abuela. En este proceso, aprenderá lecciones valiosas sobre la fortaleza interior, el amor y la importancia de la amistad. Todo muy bonito, un libro de superación, amistad y amor que supera muchas barreras. Pero. Es una novela que va de más hacia menos. Entiendo que para generar ese sentido de empatía hacia los personajes se utilice la primera persona, pero, cuando lees un capítulo y luego otro y notas que no avanza, que en cada hoja que pasa sólo hablas de lo mismo (Té verde con tarta de limón, té verde con tarta de limón, discúlpame, discúlpame) se vuelve un poco agotador. La situación con la abuela de Lara fue lo que más me llamó la atención: yo me preguntaba ¿cómo saldrá adelante esta chica con la enfermedad de su abuela? Y sí, la autora, en algunos momentos, logra captar el dolor, la frustración y la desesperanza que vive alguien cuando tiene a un familiar pasando por esa triste situación, pero al final fue tan poco ese momento de trama… …Que giraba en torno a todo y a nada a la vez. Los diálogos, gran parte de ellos, eran puro relleno, los encuentros con los personajes protagónicos los sentí más frío que un témpano. Las situaciones supuestamente graciosas no me lo parecieron y ese tono de chica de piedra… me quedé buscándola hasta el final y no apareció. El personaje masculino, su historia, siendo su propia vivencia dolorosa, pudo calar un poco más en mi sentido emocional (al final es una novela romántica ¿no?) pero también sentí que algo le faltaba, no llegaba a ser ese personaje completo a nivel de personaje: o era muy triste, o pasaba completamente desapercibido. Iba con las expectativas puestas en cómo la autora manejaba las emociones de los protagonistas en las situaciones en las que la autora los colocaba, tanto personales como en pareja, pero me encontré una historia que, emocionalmente, no terminaba de arrancar. Y una historia de amor o de amistad, cuando sólo se habla pero no se muestra, es una historia que no me creo. + Leer más |