La señora Potter no es exactamente Santa Claus

Creo que lo que más me gusta de este libro es la forma en la que está escrito. Entiendo que haya ganado tantos premios, ya que es del todo original. Me parece un soplo de aire fresco; cuando piensas que ya no hay nuevas formas de contar las historias, aparece Laura Fernández con sus interminables frases, sus palabras en cursiva y sus mayúsculas y paréntesis, y lo revoluciona todo. Sin duda es un toque muy personal que para muchos puede ser raro, pero que a mí me encanta.
No obstante, otro de los sellos personales de la autora, es decir, la infinidad de personajes, no es tan de mi agrado. Todos los personajes y pueblos, ciudades y demás, están formados por tres nombres. Todos. Pero no siempre se usan los tres nombres para referirse a ellos. Eso quiere decir que, por ejemplo, Nicole Flattery Barkey no siempre aparece nombrada así. La mayoría de las veces la llaman Nicole, pero hay momentos en que la llaman Flatt y resulta un poco lioso. Hubiera agradecido mucho una dramatis personae. de todas formas, los personajes son lo suficientemente particulares (por llamarlos de alguna manera) para que esto no ocurra tanto como pensaba que iba a ocurrir.
Salvando este detalle, se trata de una novela bastante singular en la que personas de todo tipo acaban por relacionarse de una manera u otra con el pueblo de Kimberly Clark Weymouth (¿veis? los tres nombres) para contar una historia que, a falta de un calificativo mejor, podríamos considerar (RARA), pero (ENTRAÑABLE).