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Resulta complicado pararse a analizar un libro tan peculiar como es este El pantano de las mariposas. Encontrar el modo de sintetizar la fascinación que uno puede sentir al leer esta historia sin desvelar demasiado de su contenido e invitar a aquellos que no conozcan la trama a que se aventuren a descubrirla. Sobre todo porque, con poco que indagues en las opiniones compartidas en todo tipo de redes, encuentras un nexo en común en cada una de ellas que sitúa, en el desenlace de esta novela, una especie de catarsis que lleva la novela hasta ese rincón tan particular de nuestro corazón que nos llena de calorcito. Eso desborda cualquier tipo de expectativas que uno pueda tener hacia una novela. ¿Cómo puedes invitar a alguien a que se pierda en una historia tan pequeña como esta, contada en unas extensas 500 páginas?, ¿qué es lo que convierte una novela centrada en la amistad de tres niños a lo largo de un verano en toda una avalancha de entusiasmo por parte de aquellos que se adentran en ella? ¿dónde se esconde ese gran enigma que invita a que los lectores no se cansen de recomendar una y otra vez esta historia? No sabría responder a esa pregunta, la verdad. de hecho, hay momentos en que pensé en abandonar una trama que, a pesar de estar muy bien narrada, no contaba prácticamente nada. Tan solo nos adentra en la gestación de una amistad real entre tres pequeños seres cuya vida quedará marcada para siempre por ese verano. Contado en primera persona vamos viendo las inseguridades, los miedos, los deseos, las preocupaciones y los sentimientos de nuestro pequeño Sam, su día a día con su mejor amigo Bill y los problemas a los que tiene que enfrentarse en su hogar de acogida. Y, sobre todo, la revolución que supone para él la presencia de los nuevos vecinos del pueblo, en especial la pequeña Miranda, el ser más hermoso que ha podido conocer jamás. Sin embargo, toda esa extensa introducción se convierte en necesaria una vez que has terminado la novela. Entiendes el por qué Federico Axat se toma todo el tiempo del mundo en definir a sus personajes, en mimarlos, en hacerles el centro de tu cariño para que los comprendas, para que los ames, para que los defiendas. Cuando te quieres dar cuenta y has pasado por esa iniciación, ya eres uno miembro más dentro de esa pequeña pandilla, conoces sus secretos y compartes todas esas ambiciones que se han ido gestando a lo largo de las páginas. A partir de ahí, todo se oscurece. Y es que, llegados a ese punto, el autor decide poner toda la carne en el asador para presentarte una de esas historias que permanecerán en la memoria. Me tomaré la libertad de parar aquí la reseña y dejar que sea el propio lector quien saque sus propias conclusiones y no estropear la experiencia que supone ir descubriendo poco a poco los misterios que esconde esta novela. Creo que es una de esas historias que no te dejan indiferente y que es mejor descubrir sin mayor información. Tan solo es necesario alguna pincelada más. La historia que nos narran es dura y esconde algún que otro momento que estremece, precisamente por la manera que ha tenido el autor de conseguir que empatices con los personajes. La lentitud con la que te enfrentas en su primera mitad se convierte en una auténtica montaña rusa en su segunda parte, en la que apenas da respiro al lector ante la cantidad de sucesos que se acumulan, así como sus explicaciones necesarias. Y, sobre todo, la novela tiene ese destello de genialidad que te obliga a rememorar cada unos de los momentos que has leído cuando te paras a pensar un momento en ella. Ahora que lo pienso, yo también he caído en sus redes. |
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