Mi poesía debía estar con ellos. Con La Inmensa Mayoría.
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Mi poesía debía estar con ellos. Con La Inmensa Mayoría.
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Arreciaba mi querella con el Dios heredado... Cada poema era como una lucha cuerpo a cuerpo... No podía soportar su silencio.
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Tenía que llegar y llegó la gran galerna del 44. Fue mi gran depresión. Desde entonces, llamo a mis depresiones galernas. No pude más.
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El 19 de julio, una inmensa mayoría —casi 40.000 personas— llenó la plaza de toros de Las Ventas para despedir al poeta.
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Suarez legalizó el Partido Comunista y yo participé recitando poemas en algunos mítines en la campaña de 1977. Aunque nunca fui un militante obediente, sino uno heterodoxo, sentí que había que apoyar el cambio de rumbo del país.
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Precisamente en una conferencia en el Instituto Internacional de la calle Miguel Ángel, coincidí con Sabina una tarde de mayo. Ella me vio pero fingió no verme. Habían pasado casi cinco años... Fui yo quien me acerqué. Nos abrazamos como dos viejos amigos, aunque había algo más... No estaba todo muerto ni enterrado.
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En La Habana escribí, en la casita que el Partido me dio en el barrio de Santos Suarez, "Historias fingidas y verdaderas", mi primera prosa madura, sopesada pero fluida y sin apercibirme apenas de lo que decía... llena de asociaciones insólitas...
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Viajaba mucho dando recitales y conferencias... San Sebastián, Madrid, Salamanca, Santander... Pero siempre tenía que volver a casa. Y siempre sin dinero.
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Voy a hablar de esa gran cabronada que nos armaron cuatro militares, ocho terratenientes y cinco curas, con el respaldo del hijo de puta de Hitler.
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En 1932, sin haber podido rehacer su fortuna en Madrid, murió mi padre. Nos dejaba en la ruina total. El regreso de Madrid a Bilbao fue deprimente. Tuvimos que vender hasta la última silla para sacar el billete de vuelta.
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¿Qué objetousaron como traslador en el Mundial de Quidditch?