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Me ha gustado mucho. Es la primera vez que leo una obra del autor y, la verdad, me esperaba un texto más monótono y orientado hacia la autoayuda. Sin embargo, me he encontrado un libro totalmente opuesto a lo esperado. Como el propio autor indica, no es un texto de autoayuda, sino que se trata de un libro salvaheridas, porque muchas veces no necesitamos que nos salven la vida, sino que nos curen o ayuden a curar las heridas. Siendo este su objetivo, el libro se articula en soplos; sí, como esos que nos daban en la herida nuestros mayores para aliviar el daño. Esos con los que sentías que todo se curaba y, de repente, dejaba de doler. El libro se articula en partes muy diferenciadas. Así, al principio encontramos un apartado en el que el autor nos dice directamente qué es este libro, para seguir con un poema (que da sentido a todo) y cerrarlo con el apartado titulado “Los dos caminos: el silencioso y el ruidoso”. Una vez hecha esta introducción (aunque es mucho más que eso), comienzan los soplos. Soplos de esperanza y de vida, de confianza y de seguridad. A continuación recoge un apartado titulado “Soplos visuales, literarios y sonoros”, en el que el autor nos recomienda películas, obras y canciones que para él han sido y son soplos. Qué gusto, por cierto, cuando el autor se despoja de su papel de escritor y deja salir a flote recomendaciones, pero también situaciones que le han marcado y que, sabe a ciencia cierta, que le marcarán el resto de su vida. El libro finaliza con una fábula y con el epílogo. Si algo hay que destacar de este libro es su cuidada edición. Me ha parecido una maravilla desde la propia portada (materiales e ilustración) hasta la calidad del papel, pasando por unas ilustraciones que merecen una atención especial, unas citas cuidadosamente seleccionadas y unas tipografías y estilos adaptados para todos los lectores. En lo relativo a las ilustraciones, qué decir de ellas. Me pasaría horas mirándolas, hasta el punto de haberlas imaginado como fondos de pantalla en los dispositivos que más utilizo. Son elegantes, pero a la vez están cargadas de un enorme poder para transmitir emociones. Dadas mis limitaciones en este arte, siento no poder decir mucho más sobre ellas, pero, desde el punto de vista de una observadora ignorante en la materia, son pequeñas obras artísticas. Las citas seleccionadas por Albert me han encantado y creo que conectan a la perfección con lo que se recoge en cada soplo. Pero no solo estas citas son buenas, de este libro he extraído en torno a cuarenta escritas por el autor y que merecen ocupar un puesto tan importante como las que presiden cada soplo. Relacionado con el propio contenido del libro, el que da origen a su existencia, no puedo decir mucho. Es una de esas lecturas que no se pueden explicar, necesita ser leída para que cada lector haga suyos los soplos, los vincule con su experiencia y reciba esos ligeros soplos que nos salvan de las heridas. En definitiva, no puedo hacer otra cosa que no sea recomendar esta lectura y, por mi parte, no será la última vez que lea a Albert. |
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