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Cualquiera de las variantes por la que la autora determinó hacer este libro la aplaudo: Terapia? Exhibicionismo? Autoconocimiento? Aplaudo su valentía. Cada frase de esta autobiográfica obra está al desnudo. No hay adornos ni prejuicios; solo hay la realidad dolorosa de una mujer que expone un sentimiento ridículo y perturbador. Para todos conocido, pero callado. Experimentado, pero soportado. Nunca antes había yo sentido (porque se siente) la pequeñita distancia entre el placer de ver a su amado y el dolor de despedirle (relación con un hombre casado) que la autora describe con desgarro, con intimidad, con auténtica honestidad, sin quedarse con nada de este sentimiento que la atropellaba, la angustiaba, la vejaba y a su vez, adoraba como parte exquisita de su existencia: "Para mí no había cronología en esta relación, solo conocía la presencia o la ausencia" Esta mujer es feminista, entonces a que grado sigue creciendo su valor al exponerse como "objeto" de un idilio que la controla y asfixia, contra el que ni siquiera desea luchar. le deja estar, y lo cuenta, tan descarnado como lo vive, siente incluso la incapacidad y sinsentido de su vida si llegase a faltarle. Aceptando y sucumbiendo a las migajas de este extranjero que quizás (según nos relata) ni siquiera supo la intensidad de esta obsesión. Un año después lo relata todo en este libro y es por lo que creo que es fuente de alguna terapia auto-impuesta, o quizás sólo fue deseo de hacer literatura y lo compré... y le seguiré comprando su obra. La honestidad es una virtud: no está sobrevalorada, es lo mejor que queda en este ahora de incertidumbres, donde las redes han venido a amargarnos un poco la autenticidad. Todos podemos ser "otros", todos podemos "esconder" tras un ordenador un defecto y defender un ideal que quizás ni compartimos. Annie Ernaux decidió ser ella misma, llena de defectos dolorosos y lo compartió contigo y conmigo, hijos también del error, pero quizás menos valientes para exponer la vida así, a disposición del juicio de otro. |
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