Mira las luces, amor mío

Annie Ernaux tiene un talento increíble para observar y registrar lo cotidiano, para reflexionar sobre ello sin caer en obviedades, para hacer de esa observación un testigo de su tiempo. En este caso, la autora se centra en observar un espacio tan imbricado en nuestra vidas, que nos pasa desapercibido: el super/hipermercado. A través de pequeñas entradas en su diario de su paso semanal por el hipermercado de Les Trois-Fontaines, Ernaux observa y diagnostica, piensa sobre la naturaleza de esos espacios, sobre cómo los componentes de clase, raza y de género condicionan el uso que hacemos de ellos, sobre cómo los habitamos -si es que eso es posible-, y también sobre la manera en que se nos presentan.

Ernaux, además, con su escritura fría y su mordacidaz habitual, reflexiona en alto sobre los hipermercados como espacios asociados al "universo femenino", sobre hombres que se pasean frente a los estantes con el semblante confuso, hombres que llaman a las mujeres de su vida para consultar lo que tienen que comprar para cenar, hombres que se ríen en alto, casi orgullosos, por no saber lo que necesitan para alimentar a su familia. En palabras literales de Ernaux, "se reían satisfechos. Por seguir siendo, de alguna manera, unos bebés". Cómo no querer a esta mujer.

Ernaux reflexiona también sobre el hipermercado como espacio sin temporalidad, como un lugar fuera del tiempo al servicio del espectáculo de las mercancías, un lugar fuera de la historia con mayúsculas, pero en el que es posible observar historias con minúsculas: historias de vida, pequeñas historias del capitalismo.

Este libro toma además un cariz nuevo,  después de ese confinamiento en el que los supermercados eran los únicos lugares que estaba permitido visitar, después de ese momento en el que todo el mundo tuvo conciencia de la importancia de trabajos tan esenciales como el de las reponedoras, las cajeras, etc.

También toma otro cariz ahora que parece que esa importancia ha vuelto a olvidarse, ahora que el clasismo ha vuelto a su ser pre-pandémico y todo el mundo ha olvidado que quienes nos mantuvieron a flote fueron, precisamente, los y las trabajadoras de esos espacios liminales, de esos no lugares que de pronto se convirtieron en espacios con un gran significado.

Lo que más me gusta de Ernaux es que, con una escritura aparentemente simple y sin grandes pretensiones, es capaz de contar cosas complejísimas, llenas de matices, llenas de profundidad y de sabiduría. Para mí, es una de las grandes observadoras de nuestro tiempo.