No sé cómo ponerle palabras a semejante novela, una obra que catalogaría de "rara avis". Donde hay fuerza, originalidad y también mientras se lee desconcierto y curiosidad. La autora consigue hablar de cosas que erizan la piel, porque la violencia y el dolor están presentes de principio a fin. La deconstrucción de la identidad, el yo fragmentado y la disociación aparecen como hilo conductor. Y es a través de Ada, una niña nigeriana que acoge en su interior deidades y presencias ancestrales, propias de la cultura y la cosmología Igbo, donde se visibiliza la enfermedad mental, el conflicto de la psique, como si nuestros fantasmas hablasen "tras una cámara de mármol". Espíritu y carne, alma y psique, dolor y reconstrucción. No me atrevo a recomendarla por su peculiaridad, pero si te adentras en ella no te dejará indiferente. |