Qué historia tan bonita. Qué delicadeza tiene Elisa Shua Dusapin para escribir sobre temas que aunque parezcan sencillos, tienen mucha carga emocional y te invitan a reflexionar. «El salón de pachinko» habla sobre las raíces y el legado cultural; sobre lo importante que es saber a dónde pertenecemos. En esta historia conocemos a Claire, una chica que decide ir a pasar una temporada con sus abuelos maternos en Tokio y acompañarlos en un viaje a su Corea natal, que tuvieron que abandonar cuando comenzó la guerra civil. Claire no habla coreano y sus abuelos se niegan a comunicarse en japonés. A lo largo del libro la veremos rememorar su infancia y cómo se desenvuelve en un país donde no puede evitar sentirse una extraña. Por otro lado, para mantenerse ocupada decide darle clases de francés a una niña japonesa llamada Mieko con la que creará un vínculo muy especial. Esta historia plasma lo complicadas que pueden llegar a ser las relaciones familiares donde ya no solo el idioma es una barrera, sino también la distancia generacional. Pero sobre todo lo duro que es tener que emigrar a otro país porque no te queda otra y la valentía que tienes que sacar de donde sea para regresar a un lugar que actualmente no es como lo recuerdas. Este libro te desgarra por dentro de una forma muy sutil. Juega con los silencios; con todo lo que quieren decir los personajes, pero que prefieren guardárselo para ellos mismos. Hay dolor, tristeza y mucha rabia contenida (aunque siempre hay algún que otro hueco para la dulzura). A mí me ha dejado un regusto agridulce, pero porque me ha removido cosas por dentro y me ha hecho reflexionar sobre lo duro que tuvo que ser el exilio político para todos aquellos coreanos que tuvieron que emigrar a Japón y la crisis de indentidad a la que se han tenido que ver sometidos las generaciones posteriores. A pesar de que el libro es finito, la historia es muy potente. Lo recomiendo mucho. |