Nada más

Confieso que he leído este libro (dos veces) con el corazón encogido. En él están las palabras que Marguerite Duras dictó a su amante, Yann Andréa, durante su último año de vida. He leído y releído cada una de las cápsulas literarias que contiene, tratando de descubrirla a ella, como mujer y como escritora. Porque en este libro, breve, brevísimo, se concentran las últimas confesiones de una mujer que sabía, lúcida y tremendamente, que todo se acababa. Se acababa su voz, su cuerpo, su capacidad de amar y ser amada. Sus testimonios, a veces en conversación directa con Yann Andréa (su amante, prohibido y leal) son claros y escuetos; pulidos al extremo con una inteligencia que resulta clarividente. Yann, protagonista de algunas de sus novelas y a quien ella dedica este libro, es también el centro de muchas de las pasiones que se desprenden de esa Duras arrebatada y briosa. En apariencia indiferente. Solo, en apariencia, porque Duras se dirige a él, pero sobre todo se habla a sí misma. Sus palabras son las de una mujer que sabe que ya nada tiene sentido, si es que alguna vez lo tuvo. Palabras de despedida y despecho. ¿Qué más da nada cuando sabes que es el final? La conozco en ellas y la reconozco en sus novelas. Me fascina leerla, intuirla, saberla una mujer pasional, herida, entregada al amor de una manera animal y dolorosa; entregada a las letras, al cine, a una comunión mística entre la imagen y la palabra.
En una entrevista en 1979, Duras dijo que, por primera vez, tenía cierta consideración hacia sí misma. En aquel tiempo, eran ya muchas las obras literarias y cinematográficas que había creado. Y, pese a ello, hablaba entonces de encontrarse al fin frente a sí misma, fruto del desengaño; había tardado mucho en darse cuenta de que solo debía escuchar su voz, sus deseos. de ello hablaría también en “El amante”, premio Goncourt en 1984.
En este, su último libro, la libertad es total. Porque ya no hay más. C'est tout.
Magistral Duras.