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ISBN : 8484610225
96 páginas
Editorial: EDICOMUNICACION (30/11/-1)

Calificación promedio : 3.5/5 (sobre 1 calificaciones)
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Homolectus
 31 March 2021
Erl es un poblado de humanos que un día se cansa de haber tenido a lo largo de toda su existencia gobernantes sin magia, así que los miembros del parlamento van hasta donde su gobernante y le expresan su deseo de que el próximo gobernante del poblado sea alguien afín a la magia. El señor de Elr acepta y envía a su hijo Alveric hacía el País de los Elfos, un lugar donde el tiempo trascurre de modo diferente a este lado del seto, en búsqueda de Lirazel, la hija del rey del País con el fin de casarse con ella. Los dos regresan a Erl y tienen un hijo, Orión, pero Lirazel no logra encajar del todo a su nuevo entorno y regresa con su padre, que también la buscaba. Alveric abandona todo y se embarca en una búsqueda casi obsesiva por su esposa, el parlamento se dará cuenta de que obtuvieron la magia que deseaban, pero que es más de la que llegaron a imaginar y Orión deberá intentar hacer su propia vida mientras descubre quién es en medio de dos mundos tan diferentes.

Es curioso que se me haya atravesado esta lectura justo después de El hobbit, pues esta novela se reconoce como precursora del género de la fantasía moderna, que alcanzaría su esplendor justo en Tolkien. El hecho de que sea una obra que esté justo en el límite entre lo que se consideraba un cuento de hadas y lo que hoy conocemos como novela épica moderna hace que el libro contenga un par de curiosidades y de elementos que ahora nos parecen un poco raros, que se sienta que faltan ciertas cosas, pero que nos sorprendamos con otros cuantos que han perdurado en la tradición desde tanto tiempo.

Del conjunto de elementos que coexisten en el libro el que más llamó mi atención es la ausencia de una descripción de los elfos, quizá por obvia y por ser un elemento tan arraigado en las narraciones europeas de la época en la que se escribe el libro. Pero que la descripción no esté presente no impide que Lord Dunsany dé el primer paso en la figura actual de los elfos y abra el camino en ese rescate de la presencia mitológica de dichos seres, que por al menos dos siglos tuvieron solo un papel colorido dentro de los cuentos. Este es el punto de inflexión principal del libro.

La narración que propone Lord Dunsany —cuyo nombre de pila era Edward John Moreton Drax Plunkett, XVIII Barón de Dunsany— se presta para que sea leída en voz alta, esa tercera persona “lejana” en la que está escrito es un vestigio de los cuentos de hadas contados para niños: una narración simple donde tienen más cabida los sucesos específicos que los diálogos u otros elementos que en una novela más “tradicional” vienen acompañados con la narración. No por esto, Lord Dunsany deja cosas al aire, por el contrario, se aprovecha de esto y con descripciones potentísimas del País de los Elfos la convierte en otro personaje dentro del libro: un lugar que se mueve, respira, siente, está lleno de luz, magia y que tiene un ritmo propio que permite contemplar con lujo de detalles todo lo que se pone ante el lector.

Que ambos mundos coexistan tan estrechamente dentro de la novela da pie para que se presenten varias situaciones que resultan bastante peculiares. La más evidente de todas es el hecho de que la mayoría del tiempo hay una frontera entre “los campos que conocemos” y el País de los Elfos, es decir, ellos allá y nosotros acá. Con esto viene el asunto de la forma tan diferente en la que reaccionan los personajes al estar en contacto con el otro terreno, esta reacción va a pasar desde el sentirse ajeno e incompleto en el caso de Lirazel, el sentirse maravillado por cómo se ve el otro terreno, caso de Alveric y de Lurulu; y de forma general el rechazo y temor que sienten los habitantes de Erl por el País de los elfos.

La coexistencia de ambos mundos le permite a Lord Dunsany dar elementos que ayudan a identificar en qué mundo se encuentra cada tramo de la narración. La diferencia en el paso del tiempo es el más importante de ellos, pero no el único; el hecho de que la espada que Alveric usa de este lado del seto sea diferente a la que debe usar en el País de los elfos, la presencia de una frontera física que se debe atravesar para llegar allí e incluso la mención al uso de dinero diferente al que se ve por estos lados, son una muestra de que, si bien el País de los elfos es alcanzable para los humanos, no se rige por las mismas leyes mortales.

Tantas alusiones a que ambos mundos están conectados tienen su pico más alto con la aparición de los unicornios. Lejos de lo que esto implica para la historia como el hecho confirmatorio de que efectivamente Orión es un ser mágico, Lord Dunsany se aprovecha de este elemento para conectar ambos mundos con el lector y el mundo real; para hacerlo recurre a la mención de Benvenuto Cellini y la engarzadura de oro que este artista del siglo XVI hizo para el cuerno de unicornio que el papa Clemente VII mandó como regalo a Federico II de Francia; historia real que se puede encontrar fácilmente y que da pie para hablar del papel que jugaban los bestiarios en épocas antiguas a la hora de describir el mundo y que alimentaron el imaginario durante siglos.

Esta propuesta se complementa con la presencia de dos personajes completamente opuestos y que resumen el pensamiento de la Europa medieval: Por un lado está la bruja Ziroonderel, que con magia ayuda a Alveric en el inicio de su viaje hacia el País de los elfos y que más tarde se ocupará de la educación de Orión; en el otro lado está el Libertador, una suerte de predicador/clérigo/monje que rechaza cualquier manifestación de magia por considerarla impropia del mundo humano y que insta a los aldeanos a abandonar toda práctica mágica. Es tremendo que dos personajes del tipo estén dentro del libro y que no hayan llevado a un conflicto mayor.

Si lo que se viene buscando acá es una historia de las típicas dentro del género donde hay dos bandos, un conflicto en el medio, un grupo oprimido por un líder totalitario y todo el abanico de posibles contextos históricos que hoy existen dentro del género, este no es su libro; acá la trama que se propone es encontrar un lugar en el cual cada uno de los personajes que hay se sientan cómodos —creo que es el deseo más humano de todos—.

Si bien no me gusta hablar específicamente del final de los libros, con este haré una excepción porque me parece importante, es un cambio en el paradigma para lo que vendría más tarde y es un recurso muy bien ejecutado por Lord Dunsany: el rey del País de los elfos, al reconocer que su hija no podía vivir en uno solo de los dos reinos, acude a la magia más antigua, a la última runa poderosa de la que dispone y destruye la frontera que hasta ese día existió entre sus dominios y Erl, cuyos límites desde ese día nunca volverán a ser tan claros como lo fueron al principio de la historia. Esto, sin duda, abrió el panorama para que tantas historias que hemos escuchado fueran posibles y quizás no nos sonaran tan lejanas.
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