Las relecturas pueden despertar reencuentros dulces o darnos un golpe agrio. Cuando leí
Los tres mosqueteros con trece años me pareció una obra muy amena y digna de recordar, con personajes a los que he guardado cariño durante décadas.
Por lo visto había leído una versión abreviada, lo cual pasa con muchos clásicos, ya sea por censura o por ahorrarnos partes mediocres o pasajes controvertidos. La edición que leí esta vez tiene 766 páginas cuando algunas tienen menos de 500.
El D'Artagnan y los mosqueteros de la versión original e íntegra no son tan heróicos y memorables como los que se describen en las versiones recortadas. Entiendo que se quiera reflejar que no todo hombre de armas tiene honor y sus acciones son admirables y, de hecho, si la intención era mostrar precisamente eso, aplaudo que se haya conseguido. Sin embargo, tengo mis dudas al respecto.
Es indiscutible que el primer tercio de la obra es muy bueno y de ahí que se hayan hecho adaptaciones a otros formatos. Tiene un ritmo fluido y los sucesos se cuentan por aciertos. Lo único cuestionable son algunos diálogos alargados cuyo único propósito es sumar líneas y palabras sin aportar demasiado, aunque esto le da un toque de obra de teatro bastante divertido. Era lo normal en las novelas de folletín que se pagaban por número de páginas.
El asunto de los herretes de diamantes de la reina Ana de Austria y el Duque de Buckingham es disfrutable y está bien narrado. Sin embargo, poco después la trama se adentra en terreno fangoso y
se plantea un secuestro para añadir tensión que se ve desplazado, no solo a segundo plano, sino que se omite durante más de cien páginas para dar paso a un asunto de amoríos en el que D'Artagnan pretende demostrar su ingenio cuando lo que de verdad dispensa es un trato miserable hacia mujeres y lacayos. Ya no importa lo que pueda ocurrirle a Constance Bonacieux (el gran amor del que presume D'Artagnan), porque lo más importante ahora es poner el foco en el enamoramiento con milady y el juego de engaños con Ketty. La tensión que se creó con el secuestro se ve reducida a NADA durante demasiados capítulos. Creo que esto se habría resuelto con algún pasaje desde el punto de vista de Constance o sus captores, del mismo modo que con anterioridad se narró uno desde el punto de vista del cardenal Richelieu y Luis XIII.
Una segunda fase "rara" es cuando se narra el episodio de la Rochelle. Si bien sirve para conectar ficción con hechos históricos, se hace de tal manera que vuelve a ignorarse el destino de la secuestrada y apunta el foco hacia las andanzas de los mosqueteros (que vuelven a la acción después de muchos capítulos en que aparecían de vez en cuando en escenas cortas como mero apoyo a D'Artagnan).
Finalmente, la acción se traslada a Inglaterra durante seis o siete capítulos centrados en milady, que se las ingenia para escapar mediante artes de seducción. Esta parte profundiza en el personaje, pero es innecesariamente larga.
¿Qué pasa entretanto con Constance y con toda la preocupación que suscitó en D'Artagnan? No importa. A estas alturas se ha diluido hasta tal punto que, viva o muerta, no causará ningún impacto en la mayoría de lectores que se han olvidado de ella. Apenas la hemos conocido o empatizado con ella como interés romántico de D'Artagnan (sinceramente lo vi más interesado en milady). Constance Bonacieux parecía más amiga que amante. Es una lástima que su papel al inicio de la historia no se haya aprovechado más durante el resto de la trama.
De personajes, vuelvo a quedarme con Athos y Aramis. El primero porque guarda cierta complejidad aunque la mayoría de sus acciones sean detestables, y el segundo porque, de todos los mosqueteros, es, quizás, la figura más honrada y con ideas más claras.
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Los tres mosqueteros fue una experiencia agridulce en mi caso.