El festín de Babette

Martine y Philippa son dos hermanas, hijas de un pastor noruego ya fallecido, que viven en el más absoluto ascetismo, bajo férreos principios religiosos y cuyo único fin vital es mantener el modo de vida que su padre legó, a ellas y su comunidad.

Babette, es una refugiada francesa que llega huyendo de la guerra en Paris acompañada de una carta de recomendación de un viejo amigo de las hermanas. Ellas, siempre atentas a su fe, que las insta a hacer el bien al prójimo, la acogen en su casa como criada y la extranjera se adapta de tal manera a su nueva vida que toda la comunidad acaba teniéndola en gran estima.

Las dudas nunca desaparecen, debido a su pasado como comunera (acusada de haber prendido fuego a edificios en Paris en la lucha contra los ricos y poderosos), y en su actitud las hermanas ven que hay mucho más.

“En esos momentos se daban cuenta de que Babette era profunda; y en los sondeos que hacían de su ser notaban pasiones, y que había recuerdos y anhelos de los que no sabían nada en absoluto”.

Doce años más tarde, un día Babette les dice que ha ganado la lotería y que quiere dar un banquete el día del centenario del nacimiento del deán. Todos tienen sus recelos pero...

“Prometieron, por las pequeñas hermanas, guardar silencio, en el gran día, sobre todo lo que se refiriese a la comida y la bebida. Nada de cuanto les pusiesen delante, ya fuesen ranas o caracoles, arrancaría una palabra de sus labios”.

Es un relato sobre la aceptación del otro, a pesar de sus circunstancias y su historia previa. Pero también lo es del orgullo personal, de lo que nos hace quienes somos a pesar de los cambios a los que nos lleva la vida, y de la esencia que siempre permanece:

“—¿Pobre? —dijo Babette. Sonrió como para sí—. No, nunca seré pobre. Ya os he dicho que soy una gran artista. Una gran artista, Mesdames, jamás es pobre. Tenemos algo, Mesdames, sobre lo que los demás no saben nada”.