Pero aquel tiempo muerto no le molestaba, sobre todo porque aquel paseo por un barrio cuya monotonía por lo general le habría aburrido le producía un placer innegable. Sin duda era el hecho de caminar sentado, de estar fuera y dentro, de pie y tumbado, lo que provocaba aquella inquietante sensación. Con los ojos abiertos, soñaba fuera del sueño.
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