La camarera del titanic

Admiración y estupor, revelación es lo que sacude en nosotros esta novela, de aquel año previo a La Gran guerra (conmovedor esa fugaz referencia a Jaurès), de aquel suceso tan famoso. Horty (de quien no llegamos a saber el nombre, y nada parecido a Olivier Martínez), estibador de cincuenta y dos años y Marie Diotret, camarera de primera clase tienen un encuentro fugaz, reminiscente de aquellos dramas en blanco y negro, que cambiará sus vidas para siempre.

Horty, doliente por la pérdida, "para no soñar" más, relata por las tabernas, por los teatros, aquella única noche de esplendoroso amor en la noche previa a la partida del trasatlántico. Como en trance, elevando al público al éxtasis y al arrobo, desenraizándole de su vida anterior.

Una historia sencilla, contenida y sin alardes, con ese estilo de Decoin (de quien ya había disfrutado su La oficina de parques y jardines) de párrafos breves, impresionista si por ello entendemos describir con dos pinceladas a medio rematar un lugar, un sentimiento del modo más certero y más sorprendente, tan atinado que descubres como en un relámpago un matiz nuevo, una ola más que nos sumerge en este mar que llamamos Vida.

Nota: soy tal vez muy parcial con Bigas Luna; la película también me gusta muchísimo.