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Los libros clásicos suelen atraernos menos, quizá por la lejanía en el tiempo o porque pensamos que los temas que tratan no tienen que ver nada con nosotros. Sin embargo, conforme vamos leyendo, nos damos cuenta de que un libro del siglo XV puede plantear temas que son plenamente actuales. Y es que La Celestina nos habla del amor, de un amor imposible entre dos jóvenes que por razones sociales y religiosas no pueden estar juntos. Calisto y Melibea pertenecen a dos mundos distintos y esos mundos son totalmente contrarios. Es un amor idealizado y también impulsivo, pues este último es el que les llevará a la perdición. A su alrededor van apareciendo una serie de intereses que nada tienen que ver con el amor: el negocio de Celestina que consigue por un hechizo que los jóvenes estén juntos o la avaricia de los criados que intentan sacar provecho de la relación. Los personajes pertenecen a dos mundos: el mundo de los nobles con su forma de expresarse culta y los criados que pertenecen a la clase más baja y que hablan utilizando refranes y vulgarismos. Celestina sabe moverse muy bien en los dos mundos y se adapta dependiendo de en qué situación se encuentra. La época en la que está escrita hace que aparezcan características propias de la Edad Media y del Renacimiento. La brujería, uno de los oficios de Celestina y el carpe diem o la fortuna ante la que los personajes no pueden hacer nada. Sin duda, lo que más me ha impactado de la obra es el final trágico de los personajes. La muerte les espera a todos y ellos no pueden hacer nada para evitarlo. Para Calisto, una muerte algo ridícula al caer de la escala, para Melibea, un castigo por su comportamiento deshonroso, para los criados y Celestina, un tipo de justicia por su conducta poco adecuada. Para todos, un final lógico por un comportamiento que rompe con las reglas sociales. |
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