¡Oh lágrimas benditas! ¡Durante cuánto tiempo me fue negada vuestra dulzura!
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¡Oh lágrimas benditas! ¡Durante cuánto tiempo me fue negada vuestra dulzura!
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Entonces sentí un estremecimiento; la nostalgia de la tierra y de todos aquellos a quienes yo quería me sobrecogió el corazón, y supliqué tan fervientemente, en mí mismo, al Espíritu que me atraía hacia sí, que creí descender nuevamente al reino de los hombres.
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Los primeros instantes del sueño son una imagen de la muerte. Una nube espesa entorpece nuestro pensamiento, y no podemos fijar exactamente el instante en que nuestro yo, bajo otra forma, continúa la obra de nuestra existencia.
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"¡Qué locura -pensaba- amar con este amor platónico a una mujer que ya no nos ama!"
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[...] la imaginación me deparaba infinitas delicias. Cuando se recobra eso que los hombres llaman razón, ¿habrá que lamentarse por haberla perdido?...
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[...] yo os respeto tanto como os amo: vuestra mirada es al mismo tiempo lo más dulce y terrible para mí.
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[...] Y sentí amargamente entonces cómo yo era tan sólo un transeúnte que erraba por este mundo extraño y querido a la vez; y cuando pensé que había de regresar a la vida me estremecí.
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¿Quién escribió "Las aventuras de Huckleberry Finn"?