yo he querido en vano ocultároslo; os deseo tanto como os amo, pero moriría antes que volver a producir vuestro descontento ni una sola vez. ¡Ay, perdonadme!
|
yo he querido en vano ocultároslo; os deseo tanto como os amo, pero moriría antes que volver a producir vuestro descontento ni una sola vez. ¡Ay, perdonadme!
|
Pero pensad en esto: que para mí vos no sois una mujer como otra cualquiera; acaso yo también soy para vos más que los otros hombres.
|
La noche eterna empieza, y será terrible. ¿Qué sucederá cuando los hombres se den cuenta de que el Sol ha desaparecido ya para siempre?
|
Pues bien: aun entonces era vuestra sonrisa el mejor premio para mis esfuerzos. Vuestros temores me destrozaban el corazón.
|
No temáis, pues, al verme. Vuestra presencia me calma, me hace gran bien; vuestra charla me es necesaria y me impide caer en...
|
Pero ¿qué me importa ya mi misma salvación? ¡El abismo ha recibido su presa! ¡Ya se ha perdido para todos y para mí!
|
La idea que yo deduje de estas visiones y de las reflexiones que me sugerían en mis horas de soledad era tan triste, que me sentía como perdido.
|
Tal vez mi memoria también se había extraviado... Me parecía que esta casualidad, este olvido, aun abonaban más mi condenación.
|
¡Otra vez perdido! ¡Todo acabó, todo pasó! ¡Ahora soy yo el que debe morir, y morir sin esperanza! Después de todo, ¿qué es la muerte? ¿Es la nada?... ¡Dios lo quiera! Pero ni el mismo Dios puede hacer que la muerte sea la nada.
|
[...] y el espíritu desolado que vivificaba mi cuerpo, débil, desdeñado, desconocido para ella, estaba condenado a la desesperación o al no ser.
|
El retrato de Dorian Gray