Yo estoy solo. Yo estoy en mí cautivo. Todo está en mí... y en mí no encuentro nada! Sombra ilusa. Entidad galvanizada. |
Yo estoy solo. Yo estoy en mí cautivo. Todo está en mí... y en mí no encuentro nada! Sombra ilusa. Entidad galvanizada. |
Yo imagino un país, un borroso, un brumoso país, un encantado, un feérico país -de que yo fuese único ciudadano: único ciudadano. Único ciudadano: porque, en verdad, lo que no me permite transigir con estos territorios, territorios de caza (oh Deidamía, oh Fonoé), es el habitante, el "hermano" habitante...
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Riela en mi alma tu recuerdo como la luna sobre el mar... En el silencio de mis noches oigo tu voz aletear, tu voz que me dice muy paso que no me quieres olvidar... En el silencio de mis noches, -como la luna sobre el mar- riela en mi alma tu recuerdo... Veo el undívago vibrar de las estrellas, en tus ojos... Me embriaga el cálido aromar de tu melena tenebrosa... Tu frente, -un milagro lunar- trasluce los puros anhelos de tu querer, de su ensoñar... |
Mi verdadera vocación es el silencio. Mi vicio incoercible, la aridez. Mi solo crimen, la soledad. La risa o la sonrisa o el rictus: tácitos glosadores de los fenómenos circundantes y del espectáculo grotesco. Tácitos, pues no es sonora mi risa -túmulo latente. |
Soledad. Nada más, nada menos que mayor soledad. Cesación de mesteres absurdos... El ensueño vagando, divagando la mente a duerme-vela... ¡Oh soledad sin unidad y sin edad! ¡Oh ensueño sin pequeño, zahareño! Magia de la cogitación pasmada o lela.
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Pereza, en mi locura sola. ¡Vagancia, en el exilio de mi Sueño irreal, de mi Sueño lontano, lontano y siempre en mí! |
Vecino de la soledad -pero no de Soledad, entidad municipal de la Costa antillana, ni de la Soledad, la intimísima amiga de La Dolores-, vecino de la soledad sola, solitaria (señera en su soltura) héme ya de por vida, que para acá venía desde la primitiva originaria soledad intuida, si por regiones de tumulto y algazaras cruzó, de paso, lento y largo, en meandros, mi ir y venir y retornar y tornar y regresar y no llegar nunca en jamás. Héme ya vecino de la soledad sola, de por vida, que dure o que no dure. Yo no sé si por mucho tiempo. Sé, en cambio, que es ya para hasta nunca. |
Venías de tan lejos que ya olvidé tu nombre. De afincada en lo hondo, no sé cómo te llamas. De que no te hayas ido, testigo la ceniza fría -rescoldo extinto de lo que fueron llamas arrebatadas, piras, flámulas del incendio: Venías de tan lejos que ya olvidé tu nombre. |
Y enderecemos nuestras garras a la conquista de las nubes, volubles como los corazones... y -cual los corazones- inmutables. |
Dónde lloras tu pena, dónde cantas tu dolor, claro amor, enhiesto amor? Tras de qué densas nubes tu angustia se reboza? De qué cenizas cubres tu corazón en áscuas? Dónde cantas tu pena, dónde lloras tu rencor, bravo amor, acerbo amor? |
¿Cuál es el órgano que trasplantan a Cora?