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Crítica de Joserodher


Joserodher
03 February 2024
Esta larga y episódica novela póstuma cervantina desmerece al lado de las dos partes del Quijote. Es divertida (dentro de un estilo añejo y ajeno), cercana a la moderna novela de aventuras pero demasiado laberíntica, demasiados personajes que van y vienen contando sus lances e infortunios. Y para mí la mayor carencia es la del humor. Es difícil tomarse en serio esta novela que los críticos adscriben al género bizantino (influenciada por autores como Heliodoro). Nos cuenta el larguísimo periplo de los dos supuestos hermanos Periandro y Auristela primero por ubicaciones fantásticas e irreales (los dos primeros libros) y luego por Lisboa, Extremadura y hasta llegar a Roma (los dos libros finales).
Parece que existe una brecha temporal entre los dos primeros libros y los dos libros finales. La primera mitad está más adscrita a una literatura de evasión y divertimento no preocupada por la verosimilitud, mientras que la segunda mitad tiene un tono más realista. Hay críticos que piensan que la primera mitad es muy anterior a la segunda y es quizá contemporánea a «La Galatea», mientras la segunda parte es contemporánea y posterior a la segunda parte del Quijote.
Llaman la atención los pasajes metaliterarios de relato dentro del relato (que ya encontrábamos en el Quijote) y la reflexión sobre la narración que expresan los oyentes del locuaz Periandro, críticos con sus licencias y excesos.
Aparece en el capítulo 30 de la tercera parte hasta una endemoniada, por supuesto falsa: Isabela Castrucho, a la que atan a la cama. Resulta que el demonio es el amor que siente por un estudiante de Salamanca con quien no quiere casarla su tío y tutor y utiliza la treta de la posesión diabólica para emparejarse con el humilde amado. Ya en el capítulo 8 del Libro primero nos había Cervantes hablado de hombres/mujeres-lobo. La influencia y poder del demonio está presente en esta novela dicen que tridentina, aunque parece con un tono irónico.
El realismo cervantino lo encontramos en la historia de Bartolomé y la Talaverana y la impagable y divertidísima carta que aparece en el capítulo 5 de la cuarta parte. Esta carta es quizá lo que más me ha gustado del libro. Aquí está el humor, el desparpajo y el gracejo que encontramos en los personajes populares cervantinos en el Quijote. Aprovecha Cervantes para meter un rejonazo a la justicia de la época (venal incluso en la Santa Roma). Concluye Cervantes diciendo sobre la libertad del asesino Bartolomé: “…en seis días ya estaban en la calle Bartolomé, y la Talaverana: que, adonde interviene el favor y las dádivas, se allanan los riscos y se deshacen las dificultades.”
El sermón tridentino con que nos obsequia Cervantes cuando nos habla de los progresos en la verdadera fe de Auristela parece de un católico sincero.
Sólo al final del libro Cervantes nos explica el origen y causa de los viajes y trabajos de Persiles (alias Periandro) y de Sigismunda (alias Auristela) redondeando la historia que había iniciado «in medias res» como parece que era habitual en este tipo de novela bizantina.
Los personajes son planos y ausentes de alma y avanzado el libro me han dejado de interesar sus aventuras que iba encontrando reiterativas. También entre lo que puedo reprocharle al libro son las excesivas alusiones católicas que quizá nos hablan de lo cercano a la muerte que se encontraba Cervantes.
Para mí es un libro recomendable únicamente a los muy interesados en el autor, pero no la encuentro una obra imprescindible, sino más bien fallida. La leemos hoy (aunque muy pocos) únicamente por ser de Cervantes.
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