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Supongo, que en el fondo de mi corazón, Nate se había convertido en mi salvador. Aunque se pareciera más al enmascarado del hacha, que a un príncipe encantador, como se hacía llamar.
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Supongo, que en el fondo de mi corazón, Nate se había convertido en mi salvador. Aunque se pareciera más al enmascarado del hacha, que a un príncipe encantador, como se hacía llamar.
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—Mi estupidez, por supuesto o el efecto de tu compulsión en mí —mis hombros se encogieron rendidos—. ¿Acaso importa? —Debería —sonrió—, es de tu mente de la que estamos hablando —la distancia que él había marcado se desvaneció cuando su boca se escurrió por mi oído causándome cosquillas con la punta de sus caninos, pero a la vez demostrando lo despacio que podían acariciar los susurros—. Podrías haber perdido la cordura. Ya lo sabes. —La cordura está sobrevalorada. —También el amor y el corazón. |
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—¿Cómo puedes ser tan malo? —tartamudeé—. ¿Acaso no te duele el corazón? —Yo no tengo corazón, así que no puede dolerme. |
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Fruncí el ceño, no comprendía hacia dónde quería llegar con eso. […] —Donde la protagonista se despertaba lentamente con sus mejillas sonrosadas, el cabello enredado adhiriéndose a la piel y el maquillaje de los ojos corrido, pero aun así luciendo increíblemente sexy… […] —Sí… —balbuceé, con mi respiración hecha un lío. —Bueno, no es tu caso. Regresa a tu cuarto y lava esa cara, pareces panda. Hablando de bestias sin corazón. |
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Los mordiscos son dulces. ¡Claro! Tanto como puede serlo una motosierra en tu cuello. |
¿Qué criaturas mágicas podemos encontrar en Gringotts, el banco de magos?