Tierra americana

Tenía ganas de leer "Tierra Americana" de Jeanine Cummins. Confieso que más por tener opinión sobre la polémica generada tras su publicación, hace un par de años, que por puro interés literario.

Cummins, nos cuenta la historia de Lydia Quijano y de su hijo Luca, obligados a huir desde Acapulco a Estados Unidos por la amenaza contra sus vidas de un cártel de narcotraficantes. Tras un inicio impactante, este road movie baja su intensidad, perfilando personajes excesivamente arquetípicos no terminando de lograr como lectora, sentirme en México que debería ser, a mi juicio, el personaje más importante de la novela, ni que sienta mexicanos a los personajes que la transitan.

No colabora a todo ello el uso del lenguaje limitado al empleo, muy casual, de algunos modismos típicos y tópicos. Ni que la novela aporte una visión muy parcial del país. Ni que la protagonista adopte decisiones inconsistentes para poder acabar, como objetivo final, siendo una migrante obligada a huir de México utilizando los techos de los trenes de mercancías, conocidos como "La bestia".

Tampoco colabora a una valoración más positiva de su lectura, las artimañas de marketing editorial: la gran novela sobre la migración, "Las uvas de la ira" de nuestra época o el nuevo "Cien años de soledad" latinoamericano. Tampoco, obviamente, que la autora recibiera un millón de dólares anticipados porque la obra se convertiría en un auténtico bestseller. Todo un agravio comparativo para grandes autores mexicanos que atraviesan mayores dificultades para la difusión y traducción de sus obras.

Cummins no es Steinbeck ni García Márquez. Esto debería saberlo, de antemano, cualquier lector para acercarse a la novela con la expectativas adecuadas. Por mucho que las editoriales soliciten las opiniones prospecto de autores consagrados como método de promoción. Muchos ni han leído la novela cuando ceden su "frase" para la portada o el faldón. Esta es la realidad.

Dicho todo esto, en Entre Libros apostamos por la libertad creativa. Cualquier autor debe y puede escribir de lo que le plazca, siempre que el trabajo de aproximación y documentación de la novela sea el adecuado.

Tuve la oportunidad de acercarme al drama migratorio mexicano hacia el norte de la mano de Valeria Luiselli. Tanto en "Desierto sonoro" como en "Los niños perdidos", la historia y la excelente calidad narrativa te aprietan el alma. Hablamos de otros migrantes, mucho más reales, y de otras voces. Leído ésto, como contrapunto, y sin ahondar en la polémica, nos encontramos con buena literatura o con literatura comercial, convenientemente masticada y adaptada a un tipo de lector que aspira al mero entretenimiento y suele huir de honduras reflexivas.

Pero, el mero entretenimiento es tan válido en literatura como las profundidades ensayísticas. Cada lector elige, apostillamos siempre, aunque sólo aparentemente. Las posibilidades de dejar pasar joyitas narrativas por no contar con el empuje publicitario de un bestseller ponen en entredicho que leamos lo que queramos o lo que el mercado decide que debemos leer. Este es el juego.

Para tener opinión, que en todo caso es siempre subjetiva, hay que acercarse a la obra. No hay más que aspirar a tener tu propia visión de las cosas.

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