Ha pasado un minuto y queda una vida

Cuando sé que estoy a punto de leer un libro escrito desde un episodio real y, más concretamente, desde el dolor no puedo evitar sentir cierto pudor. Quizá tampoco sea esa la palabra exacta. Lo que me ocurre es que voy con cautela, pisando poco a poco, como si estuviera espiando a través de una cortina sin permiso.

Todos hemos pasado por el duelo o lo haremos en algún momento. A veces es tan próximo que parece irreal y en otras ocasiones es algo que nos cae más lejos, lo suficiente para recordar con empatía que cualquier día podemos estar nosotros en la piel del que sufre. Cada duelo es distinto y, sin embargo, todos se parecen.

En esta novela Consuegra usa varias voces para contarnos la despedida, en mi opinión, imposible a su padre. Y es imposible porque, aunque hay ausencia y separación, Alvarito permanece, se queda con ella a través de los recuerdos y las enseñanzas, de las bromas y las canciones. Y ese carácter tierno, tenaz y generoso que Alvarito supo transmitir a su hija es el que logra que ella nos lo cuente ya sin rabia, que sin duda la hubo, sino desde la aceptación y fortaleza.

Creo que es difícil no terminar el libro con  los ojos empañados, el nudo en la garganta o a lágrima viva porque es de esas historias que desprenden emoción y realidad. A eso me refiero cuando digo que siento que espío a escondidas, y eso es también lo que más agradezco de estas historias:la valentía y generosidad.

Qué libro tan bonito Gabbi. Queda una vida y él ya es eterno 💙.