La muerte no deja a nadie indiferente. Cuando perdemos a un ser querido, o amado, si es que tenemos esa mala suerte, el vacío nos golpea brutalmente. Si el que se va es alguien al que debimos querer y no quisimos, nos asalta el sentimiento de culpa por no haberlo intentado lo suficiente. En cualquiera de los casos nos enfrentamos al dolor de la eternidad, del "hasta aquí hemos llegado, del "para siempre". Dicen que tenemos miedo a la muerte; yo creo que, sobre todo, tenemos miedo al dolor. A no saber afrontarlo con dignidad, a que provoque que la huella que dejemos en los que nos amaron se vea desvirtuada por esos últimos momentos de sufrimiento. Pero lo que queda de nosotros no es esa parte de nuestra vida; es nuestra vida entera. Unas memorias de viaje en las que no existen palabras de dolor. |
Un simple gesto, el de ofrecer una flor, bautizó el levantamiento militar que puso fin al régimen dictatorial de Portugal en la mañana del 25 de abril de 1974. El carácter pacífico y el apoyo militar de la Revolución de los Claveles hacen de este un episodio histórico singular, según la corresponsal de El País en Portugal, Tereixa Constenla. “Los militares salieron para derrocar una dictadura de más de cuarenta años y su intención no era tomar el poder, sino devolver al pueblo portugués la capacidad de elegir el rumbo político en unas elecciones”, explica la periodista en este vídeo. El legado de este movimiento trasciende las fronteras de Portugal, sirviendo como ejemplo de resistencia pacífica y cambio político de los años 70 en Europa.
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