 |
Mientras esperan que la marea les permita zarpar, un grupo de marineros escucha a Marlow, un navegante experimentado con tendencia a contar anécdotas confusas y perturbadoras, relatar su expedición al Congo Belga en busca del extraviado señor Kurtz. El relato de Marlow, que parece adentrar a sus oyentes en el corazón del África profunda, los lleva en verdad a penetrar las tinieblas del alma humana, al exponer las atrocidades que cometen los europeos allí en nombre del progreso y la civilización. . . En una obra fundamental de la literatura inglesa, y con una prosa exquisita aunque de a ratos quizás demasiado ornamentada, Conrad presenta su alegato contra la hipocresía que sostiene al imperialismo desde su origen, y que hace de Bruselas un "sepulcro blanqueado": una misión evangelizadora defendida a ultranza por los europeos desde la comodidad de sus hogares burgueses, que esconde el saqueo de recursos llevado a cabo por hombres brutales que dan rienda suelta a su sadismo al saberse a salvo de la mirada de sus compatriotas. . . Cada parada que hace Marlow en su viaje parece un paso más que desciende hacia las profundidades del infierno, ya que encuentra hombres cada vez más enajenados e inescrupulosos que dejan a su paso un reguero de destrucción sin sentido. Abundan (y hasta empalagan) las referencias a las luces y las sombras, y ese juego es en verdad simbólico de la lucha que entablan la razón y el impulso en el alma de hombres como Kurtz. No me referiré aquí al final, pero es el broche perfecto en esa tensión que entabla Marlow entre el optimismo idiota del inocente y el cinismo pesimista de quien ha sobrevivido a una catábasis. Es una lectura ineludible para comprender el colonialismo en todas sus aristas. |
>
