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Sin duda, un clásico, pero esperaba algo más. Lo leí principalmente por mi interés en el genocidio cometido por Leopoldo II, Rey de los belgas, en el Congo. La historia, el argumento que hace avanzar la obra, desde luego, no es algo original ni especialmente atrayente, que te haga quedar pegado al libro y no querer parar de leer. Durante la travesía que Conrad, aunque narrada a través de un personaje ficticio, realizó realmente en el Congo durante varios años de este periodo de colonización, se dan varias pinceladas de la grave situación de explotación que sufren los nativos congoleños por parte de los europeos. Sin embargo, para ser aparentemente uno de los libros más representativo de este suceso histórico desgraciadamente tan poco conocido, Conrad, aunque parece en varias ocasiones mostrarse contrario a estas prácticas, lo dice desde luego con la boca pequeña y como reflexión personal. La realidad es que participó con su trabajo para la compañía belga mencionada en el libro sin mostrarse contrario a estas prácticas frente a ninguno de los colonos que encontró en su travesía, si bien regresó a Europa antes de lo previsto.
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