Tu sonrisa sin temblar

En el año en que comienza esta historia yo aún no había nacido y, sin embargo, me he visto reflejada en un instituto en el que se estudiaba BUP. En mi caso, mis compañeros, desde 7º de EGB hasta COU, vivimos con la peculiaridad de ser los últimos que estudiábamos en el plan antiguo y con el miedo de que los que tuvieran que repetir pasarían a ser "niños de la ESO", como los llamábamos con cierta superioridad. Por lo tanto, aunque en aquel año de principio de los 80 yo solo era un proyecto, he sentido a estos compañeros como parte de mi grupo de pertenencia. Me ha hecho rememorar historias de mi propia juventud: los primeros amores, las inquietudes culturales, los días que parecían que tenían el doble de horas que ahora, las amistades que parecían eterna, los motes a los profesores. También el contexto social, quedaban las secuelas de la droga de los 80, perduraba el miedo y la indignación por los atentados de ETA y nos contaban la historia según el sesgo político del profesor que nos tocara.

Eso es lo que más me ha gustado: refleja el ambiente de la época a través de las reflexiones del protagonista, Michi. Y además le pone banda sonora. A lo largo del libro va contando sus historias y haciendo mención a la música que escuchaban. He leído el libro con Spotify abierto para ir identificando las canciones, la mayoría las conocía o me sonaban, aunque no supiera el nombre o quién las cantaba.
También es importante la referencia que se hace a obras literarias. Me hizo poner en mi pila de libros pendiente Bomarzo, de Manuel Mujica Láinez, libro que tengo en casa y nunca había llamado mi atención.

Me ha gustado por todo esto. Me ha gustado también el estilo directo y fácil de seguir, con capítulos cortos. Pero me han faltado y sobrado dos cosas. Me gustaría que se hubiera profundizado más en la historia de cada personaje, por lo interesantes y variopintos que son. Y me han sobrado las reflexiones. Hay capítulos en los que pasan cosas concretas y son amenos. Pero otros son las reflexiones del protagonista, cansinas y repetitivas que ralentizan la lectura. El mundo interior de un adolescente enamorado le da para muchas reflexiones, eso es verdad. Pero al leerlas con casi 40 años, cuando todo se suavizó y sabes que no era para tanto, resulta un poco pesado.