El archipiélago del perro

Leí la sinopsis y me hice una idea equivocada de este libro. Lo admito. Después, cuando llevaba apenas dos páginas leídas, pensé en dejarlo. Detesto las moralinas. Menos mal que no lo hice, porque así pude disfrutar de una magnífica novela, negra como el carbón y con algunos deliciosos toques surrealistas: El archipiélago del perro (2018), de Philippe Claudel.

Viajamos a un extraño microuniverso: unas islas del Mediterráneo situadas cerca de la costa africana. No se mencionan topónimos, pero podrían ser un remedo de Pantelleria o Lampedusa. La mayor de ellas, la única habitada, vive a la sombra de un volcán dormido, el Brau, que sólo ruge de vez en cuando sin que nadie se preocupe por eso. Sus habitantes son principalmente pescadores pobres e ignorantes que viven alejados del mundo, esperando que su suerte cambie con el proyecto de una construcción de una villa termal y la llegada del turismo. Su gran esperanza.

La acción comienza con un macabro hallazgo en la playa: los cadáveres de tres hombres de raza negra que han llegado allí arrastrados por el oleaje. Las «fuerzas vivas» de la isla (el Alcalde, el Maestro, el Médico, etc.), junto a otros testigos del suceso, tienen que decidir cómo proceder ante esta situación. Un dilema entre lo que hay que hacer y lo que conviene hacer en realidad.

La historia es terrible y deja al descubierto la verdadera miseria humana, aquella que parece manifestarse de forma más clara en las pequeñas comunidades aisladas del resto del mundo (como dice el refrán, «pueblo pequeño, infierno grande»). Nadie supera el examen de humanidad y moralidad en este relato. Empezando por el enigmático personaje del Comisario, que actuará como elemento catalizador de la tragedia. Un tipo despreciable y amoral que, sin embargo, tiene la virtud de colocar a todos frente al espejo.

El único de los personajes que mantiene una actitud humana y digna en la isla acabará mal. Muy mal. Un desenlace que a ojos del lector se muestra tan injusto como inexorable.

La propia isla es otro de los personajes de la historia. Un personaje mudo que observa todo y, en ocasiones, parece juzgar los reprobables comportamientos de sus moradores, ya sea por acción o por omisión. Ella se expresa a través de sonidos inquietantes, olores pestilentes de origen desconocido y estremecedores quejidos de la tierra. La isla es un ser vivo, un lugar desolado y hostil que produce en el lector una extraña mezcla de rechazo y fascinación.

El recurso de no utilizar nombres propios se puede entender como una forma de deshumanizar a los personajes. En el fondo, todos forman parte de una misma masa cuya degeneración se alinea coherentemente con la desolación y la miseria que les rodea.

Me ha parecido que es una novela escrita con elegancia, a pesar de todo, con un estilo que consigue absorber al lector. Claudel lo hace tan bien que al leer L'Archipel du Chien corremos el riesgo de acabar aplastados por la atmósfera opresiva de la isla y la presencia de la maldad más pura en algunos de sus habitantes. Muy recomendable.
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