El Alcalde se decía que si el mundo iba tan mal era por culpa de individuos como el Maestro, llenos de ideales y bondad, que buscan hasta la obsesión la explicación del cómo y el porqué, que están convencidos de conocer lo justo y lo injusto, el bien y el mal, y creen que las fronteras entre las dos vertientes parecen el filo de un cuchillo, cuando la experiencia y el sentido común enseñan que no son más que una convención, un invento del ser humano, una forma de simplificar lo complejo para poder dormir.
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