FERNANDA Y LOS MUNDOS SECRETOS

Te regalamos un diccionario sin palabras para que vuelvas a empezar y ahora tú escribas solamente lo que sea importante para ti.

–Nunca recuerdo nada mal ni nunca puedo dejar de recordar. Todo se graba en mi memoria como cuando alguien coge una fotografía y deja por accidente la huella de sus dedos en el papel. Yo soy el papel, y las huellas es todo lo que ocurre enfrente de mí.

Tus ojos van a querer alimentarse de otras historias como éstas y tu boca querrá aprender a contar las historias que leyó aquí para que más y más personas las conozcan.

Las historias que has encontrado aquí y que seguirás encontrando más adelante no se terminan al llegar al punto final. Por el contrario, empiezan cuando acabas de leerlas porque las historias han empacado sus cosas en una maleta y se han mudado de casa. No a una casa cualquiera. Por el contrario, a esa casa tan importante que es tu cabeza. Allí vivirán porque ahora tú conoces el secreto: existen niñas y niños secretos.

(…) porque muchas veces la única manera de encontrar la verdad es alejándose de ella.

El rostro se le fue apagando y creo que a nosotros también, como si se nos hubiera metido un mismo atardecer en los ojos.

Tenía la cara luminosa como una puerta abierta que da al cielo.

Las lágrimas aparecieron en los ojos de mi hermana igual que si estuvieran llenos de goteras. Como si adentro de ella estuviera lloviendo una tormenta de miedo y de sus ojos solo brotaran las salpicaduras. Pero no se movió.

(…) y fue cuando sucedió.
Mi papá y mi mamá dicen que mi hermana sonrió.
Yo digo que se desplomaron las murallas del castillo y por primera vez en su vida, mi hermana cruzó el puente levadizo para venir a visitarnos.

Por eso mi hermana se volvió castillo. Eso no me lo dijo ella, pero yo entendí que tal fue la causa de sus murallas y de su puente siempre cerrado. Para que los sonidos no la dañaran. Si se encerraba dentro de su propio cuerpo, podría defenderse mejor de ese mundo como de espinas que estaba afuera de ella.