En esta novela que vio la luz por primera vez en Inglaterra en 1939, en medio de pistas falsas y otras no tantas, la autora nos revela un crimen que contiene los ingredientes de intriga a los que nos tiene acostumbrados. En esta oportunidad, sin embargo, introduce una variación muy específica y que no le es propia: se detiene en los detalles cruentos del crimen. Esto, nos explica en una carta a su cuñado, es una concesión ante una crítica que éste le hiciera por escribir libros de crimines sin que hubiera sangre. No es el mejor de los libros que le he leído a esta notable escritora; pero aun así, la perspicacia de Poirot seduce de cualquier manera.
|