Novela epistolar brillante. Todo el relato se articula a través de cartas cruzadas entre diferentes personajes (unos protagonistas y otros más secundarios). El resultado es de una gran inteligencia narrativa. Pero a mí se me hizo pesada y cargante, creo que por culpa del lenguaje de la época, lleno de circunloquios y relamido. Reconozco la genialidad del narrador, que transmite los hechos polifónicamente (a través de diferentes puntos de vista) y retrata los caracteres maquiavélicos de los protagonistas desde dentro, pero excepcionalmente, en este caso, prefiero las películas que se filmaron en los 80 por Stephen Frears (Las amistades peligrosas) y Milos Forman (Valmont).
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