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Crítica de Guille63


Guille63
16 March 2023
“Vuelve la memoria como un enemigo al que nunca se derrota.”

Cuando uno se dispone a leer otra novela de Rafael Chirbes ya sabe que se encontrará con el relato de un pedacito de la historia reciente de este país contado a través de un personaje arquetipo de alguno de sus ciudadanos predilectos, esa gente de bien que dicen ahora algunos. Será una parte de la vida de esos hombres y mujeres que solo pueden aparecer en las novelas y en autores que, como el valenciano, están preocupados por la desmemoria de la historia y todavía más por todo aquello que en ella nunca aparecerá.

Chirbes la escribió en unos tiempos, no muy lejanos y tampoco tan raros, solo hay que ver quiénes son los modelos de muchos de los jóvenes de hoy, en los que se mitificaba la riqueza y a los que la acumulaban sin importar mucho su procedencia. Lo chocante era que quién impulsaba ese estado de cosas en aquellos años eran los socialistas, esos que se vanagloriaban de una España en la que era muy fácil hacerse rico, justo los herederos políticos de los perdedores de la guerra (representado en la figura del padre del protagonista), de los perseguidos y asesinados en la posguerra, época en la que, como se cuenta en la novela, también se produjeron muchos enriquecimientos fulminantes basados en una construcción desaforada, como es el caso del protagonista y narrador de esta historia.

“… busqué condensar las heridas que dejó la guerra, las traiciones, los cambios de bando, la ilegitimidad de la riqueza acumulada durante todos aquellos años, pero también el sufrimiento, la lucha por la dignidad de los vencidos. La ilegalidad. Sobre todo, quería dejar constancia de eso: de la tremenda ilegalidad sobre la que se asentaba cuanto estábamos construyendo.” (Del prólogo del autor a la edición de Anagrama en la colección “Otra vuelta de tuerca”)

La novela está narrada en primera persona, lo cual tiene su mérito. Chirbes es un maestro en decir lo que quiere sin que suene inverosímil en la boca del prócer de turno; que este, jactándose de su persona y de sus logros, haga un autorretrato verosímil, por auto y por retrato, de su miserable condición.

Un engreimiento entremezclado con el dolor por un tiempo pasado, por lo perdido a lo largo de los años…

“¿Qué otra utilidad sino la del sufrimiento tiene la emoción de los recuerdos si nada de cuanto nos transmiten ha de volver? Intento imaginarme cómo sería el silencio de las noches en mi habitación si no hubiera recuerdos, sólo oscuridad, o la luz eléctrica alumbrando callada los objetos desnudos de cualquier significado que no fuera su uso… Y me pregunto por qué no puede haber recuerdos sin memoria."


… y con el rencor acumulado hacia su padre por despreciarle, hacia su familia política porque nunca lo aceptaron, por la humillación constante de que era víctima, y, sobre todo, hacia su mujer y sus hijos (estos últimos como representantes de esa generación, de la que el autor formaba parte y que tanto le dolía, que cambiaron “ideología por bienestar… verdad por dinero”) por su altivez, por su traición, porque, sin dejar de aprovecharse de la fortuna familiar que él acumuló desde la nada, la desdeñaban, como despreciaban su incultura, sus modos, sus chanchullos, su zafiedad.

"Se lo escuché decir en una ocasión a mi suegro: «Uno se pasa la primera mitad de la vida vistiéndose, y la segunda desnudándose». Ahora entiendo lo que quería decir, y sé que uno no se desnuda fácil ni ordenadamente, sino que lo hace con brusquedad, dejándose jirones sobre el cuerpo. A esos pedazos que se nos enredan entre las piernas y nos impiden caminar con libertad en la segunda parte de nuestra vida los llamamos memoria. La desnudez deseada sería el olvido."
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