Diarios: A ratos perdidos 1 y 2

Rafael Chirbes nos propone en sus Diarios, un desnudo prácticamente integral, el escritor nos deja abrir su íntimo álbum de fotos.
Veremos imágenes en puro blanco y negro, en negro y blanco, en tonalidades gris marengo, también instantáneas coloreadas que sufrirán los excesos de la técnica.
Hay retratos a todo color, fotos de vida que se vive, otras, que se muestran neutras sin el peso de las grandes consecuencias para la vida, luego veremos, que, por el contrario, todo ha contado para la vida de Rafael Chirbes.
La vejez real y no fingida parece sorprender al autor, se mira al espejo, se ausculta y escucha a su cuerpo y a su psique, con desconsuelo, pero sin demasiada aflicción , aunque lo que dice y siente lo haga llorando.
Para las fotos en estado de vejez, se impondrá la técnica pictórica del claro oscuro, haciendo que resalten los volúmenes, unos iluminados y otros preñados de sombras.
Surge en el autor la imperiosa necesidad de ponerse frente a las hojas del balance, hay que ir concluyendo el relato.
Ordenar los días y los trabajos, hacer que los caminos andados sean de ida y vuelta, comprender lo que ha pasado, aunque sin saber por qué. Amontonar nostalgias y melancolías, éxitos y fracasos, amor y desamor, dudas y certezas, amigos y enemigos. Habrá que regresar al pueblo y a la familia, a los paisajes, a las fabulosas ciudades por las que viajó, entrar de nuevo en las majestuosas catedrales a admirar por grande lo pequeño, a sentarse en las mesas de los restaurantes, que tanto gozó el cuerpo, el olfato, el gusto y la vista.
Trato especial y muy concreto para los amigos, los que le acompañaron en el frío y austero internado y aquellos que irían llegando después.
También los objetos que tocó, vio y sintió, los acaudaló en su memoria para que no destruyera su materia, el paso del tiempo,
Se trata de un autor al que sentiremos interpelándose constantemente y por razones de todo tipo.
Chirbes es un relator de su vida, de su íntima existencia en cada uno de sus libros, quizá, todo escritor lo sea.
En sus Diarios nos habla, insistiendo, en el mazo primigenio de cartas, que le entregó en suerte la vida, incluso antes de abrir los ojos.
Con ellas fue armando las partidas, y entre una y otra, irá dando forma y cuerpo a las conclusiones éticas y morales que lo acompañarán durante toda la vida.
Su sentir político también quedará reflejado en estos Diarios.
Chirbes recogió la historia que le precedió, la que desde el principio iría impulsando el que sería su mundo, del mismo modo y manera que el de hoy, dará el mundo del mañana. Acude, como no, a las fuentes del presente y saca conclusiones, opta, simplemente opta.
Los Diarios van hacia lo universal y serán autores del mundo los que Chirbes nos presenta de un modo sucinto pero suficiente.
Juzga lúcidamente la mejor y la peor literatura para que tomemos interés o no, por ellos y sus obras.
Para concluir, diremos que estamos ante un enorme autor, un ser de esos pocos, a los que a muchos nos hubiera gustado acompañar para poderlo escuchar en silencio.