El asesinato de Pitágoras

"En todo triángulo rectángulo, la suma de los cuadrados de los catetos (es decir, un servidor) es igual al cuadrado de la hipotenusa"
a²+b²=c²

Después de este trascendental verso, poesía pura, que todos aprendimos de memoria me pregunto:
¿Seguís ahí? ¿Hola?

Iba a doblar la apuesta y arriesgarme a hablaros del número Pi. No lo haré. En el fondo soy buena persona.

Este el el problema que encuentro al "fascinante" thriller de Marcos Chicot. Pitágoras y sus matemáticas.
Y en no pocas ocasiones ha estado apunto de convertirse en mi segunda novela abandona.

Lo cierto es que arranca bien. Una serie de asesinatos en el entorno más cercano al filósofo y la contratación de Akenón, un experto investigador, que viene de desenmascarar un asunto de cuernos y que por cierto es la mejor parte del libro.

La ambientación es buena, uno puede sentir, oler y hasta palpar aquella Grecia de 500 años antes del que perdió el gorro.
Me atrevo a decir que incluso algunos personajes están bien creados, en especial Ariadna, hija de Pitágoras y única en esta jungla que hace cosas medianamente sensatas.

El thriller tiene su aquel y hasta engancha, pero el autor madrileño se empeña en maltratar los tiempos con los asuntos de la comunidad Pitagórica, y entre que no es cosa amena y que no sabe transmitir fascinación por la corriente de pensamiento, logra aburrirme en el momento más inoportuno.
Tampoco ayuda que el líder de la manada sea más soso que un espagueti al vapor. 8 pulsaciones por hora, el día de más revoluciones.

Mucho mejor en la recreación política y en el fundamental papel que ocupaban estos "Umizoomis" (pregúntale a tus hijos o nietos, que seguro que los conocen) de la antigua Grecia.

Debo confesar que a pesar de estas roturas de ritmo y atención por mi parte, el libro me ha gustado y entretenido en su mayor proporción, no solo por la investigación y sus sobresaltos, sino también por una batallita muy decentemente narrada.

Ahora bien, sostener los 856 gramos del libro cuando la cosa se pone densa, multiplica por tres el peso de la suma de los cuadrados de este cateto.

Menos mal que la cosa no iba de integrales y derivadas, de lo contrario me hubiera comprado una máquina del tiempo en el Aliexpress para matarlos a todos.

Aún con fe, lo intentaré con otro de sus libros.