En la Patagonia

Esta es una de esas lecturas de preparación para un viaje, en esta ocasión a la remota Patagonia argentina y chilena. Escrito en 1977, este es para muchos el libro que cambió la literatura de viajes, aunque también se le ha criticado por haberse inventado algunas de las historias que contiene el volumen. Esta diversidad de opiniones me ha hecho reflexionar sobre qué es la literatura de viajes, ¿es más pura o mejor si es verdad lo que cuenta o si es real? ¿Y si se trata tan sólo de un viaje imaginario, si realmente no se ha estado en el lugar? El debate tiene su miga.

El caso es que esta novela fue escrita tras el viaje real que hizo Chatwin a la Patagonia durante medio año. Siendo pequeño, Bruce tuvo su primera conexión con la zona al recibir de un tío suyo una supuesta piel de brontosaurio, encontrada en una cueva por allí. En realidad esa piel era de Milodón, un mamífero de gran tamaño emparentado con los perezosos actuales, pero la cuestión es que el destino de Chatwin quedaría ligado a la Patagonia desde ese momento.

Tiempo después, ya con 37 años, el autor emprendería un largo viaje desde Buenos Aires hasta Ushuaia, la ciudad más austral del mundo. Por el camino hará diversas paradas para ver a gente que le cuenta historias de todo tipo, desde las típicas de exploradores y sus descubrimientos hasta las relacionadas con grupos de bandidos famosos (como Bucht Cassidy y Sundance Kid) que se refugiaron en inhóspitas regiones argentinas, pasando por gentes provenientes de Europa y que decidieron establecer allí sus negocios ganaderos.

Si bien la premisa inicial me gusta, me ha costado mucho avanzar en el libro porque salta continuamente de una historia a otra y no he terminado de entablar un vínculo con el propio autor durante su viaje, como que me ha faltado ese punto personal que sí encontré en otras lecturas de viajes como por ejemplo Corazón de Ulises de Javier Reverte que leí el año pasado.