No soy un monstruo

Vaya por delante que personalmente siento cierta simpatía por la periodista salmantina. Otra cosa distinta son los pies de los que cada uno cojea.

No soy un monstruo es un thriller del montón con alguna que otra virtud y desoladoras carencias narrativas.

Entre las segundas:

La continua sensación de estar escuchando la historia en la terraza de un bar con los amigos y los excesos etílicos que ello conlleva. Exageración en la exposición, cambios bruscos en la entonación que no proceden...
Hacer coloquial en algunas partes una novela corre estos riesgos. Amén que para mi, escribir bien, es ser pulcro, ordenado y entendible y aquí solo se logra esto último.

Tampoco ayuda aportar datos innecesarios, que no tienen mayor valor que el lucimiento personal.
En este aspecto me recordó a Pérez Gellida o Gómez Jurado, aunque Chaparro, al menos, no repite la idea 20 veces, como si fuera aquello el secreto de la piedra filosofal.

En definitiva, la velocidad de un tren, o la composición de sus ruedas, si no afectan a la trama, sobran.

Pero en el haber de la obra, no podemos negar una trama angustiosa culpa en gran medida de que las víctimas sean niños de 4 o 5 años.

Escribir con respeto acerca de esto no es nada fácil pues la sensibilidad del lector está, siempre, a flor de piel.

Reconozco, además, que el final es sorprendente, frívolo en su fondo, poco predecible, convirtiendo al criminal, en un ser más que despreciable, (que tambien) miserable.

Novela sencilla, fresca, de ágil lectura pero con rotura de ritmo y algún que otro hierbajo.

Ideal para playas, tardes de resaca o días de guardar.
Chándal o pijama cómodo.
De entre tiempo, ya sabes...ni frío ni calor.