¿Dónde está ahora mi sitio? ¿Cuál es mi lugar en este gran desorden de la vida?
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¿Dónde está ahora mi sitio? ¿Cuál es mi lugar en este gran desorden de la vida?
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Porque no eras vulnerable al odio del pueblo.
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El llanto nos lo quitaron después de la infancia: el odio que no entendíamos y sobre el cual se fundó la continuidad de la familia, nos secó el llanto, nos negó el gran descanso de las lágrimas.
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[...] me tenían como mareado, ajeno a la rutina de una niñez que comenzaba a alejarse dolorosamente [...]
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-Si alguna vez fuimos alegres ya no lo recuerdo; y ahora sé que ya nunca seremos alegres.
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No tienes tiempo para comenzar otra vez. Para decirte: aquí fue el comienzo, recordarlo, reconocerlo y saber que es el único punto de partida para la tremenda tarea de recoger los pedazos de lo que ha sido desbaratado y ponerlos nuevamente en su sitio. No tienes tiempo porque ellos no te lo van a dar. No van a dejarte días y meses para planear y buscar y solucionar. Insistirán. Te acosarán hasta que decidas: porque su liberación depende de que tú aceptes que ellos no son parte nuestra, no quieren ser parte nuestra: que no quieren ser continuación de algo que está acabado: de una casa deshabitada y terminada. Que son otro principio, un comienzo de algo que también estará destinado a perecer como todo lo nuestro: pero quieren que ese sea su privilegio.
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Ya habías comenzado a ser un misterio para ella, un misterio impenetrable [...]
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Aun en el más lejano comienzo de la memoria estás aislada de nosotros.
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Ha muerto sola. Desprendida de todo lo que pudiera significar para ella un pretexto para seguir viviendo, para seguir sosteniendo un desafío que no habría conducido sino a la destrucción; un desafió que ella no había planteado ni querido, sino que le fue impuesto, sin alternativas: liberada de la tarea de afirmar con su presencia, son su respiración [...]
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«Todavía no eran la muerte: pero llevaban ya la muerte en las yemas de los dedos: marchaban con la muerte pegada a las piernas: la muerte les golpeaba una nalga a cada trance: les pesaba la muerte sobre la clavícula izquierda; una muerte de metal y madera que habían limpiado con dedicación»
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Como agua para chocolate