La chica de nieve

Nueva York, 1998, la familia Templeton está disfrutando de la cabalgata de Acción de Gracias, cuando Kiera, la pequeña de tan solo 3 años, desaparece. Comienza una búsqueda frenética para encontrarla, pero a medida que pasan las horas, la hipótesis de un secuestro va tomando fuerza.

Con este inicio, podríamos pensar que el punto fuerte del libro lo encontraríamos en la trama, porque se intuye que la novela tendrá un ritmo trepidante y lleno de giros. Pero el problema es que al tener varios narradores y un montón de saltos temporales, parte de la intensidad, que podríamos esperar, se diluye entre un montón de información, que si bien nos da datos sobre los personajes y determinadas situaciones que aparecen en la novela, aportan poco al desarrollo de la misma. Por lo que al final, tenemos muchos datos genéricos, pero hay cuestiones importantes que se quedan sin respuesta. Y no es que quiera que el autor lo desgrane todo y no deje nada a la imaginación, es más bien, que desde mi punto de vista, Kiera que debería ser el eje central de la novela, pasa buena parte de la misma, completamente desaparecida. Otorgándole más peso a otros personajes y sus vidas. de esta manera, Miren Triggs, la periodista que cubre el suceso, coge fuerza, hasta convertirse en el personaje principal y opacar casi por completo a Kiera, incluso dejándonos entrever que es posible que Miren vuelva a salir en otra novela.

Por todo ello, tengo sentimientos encontrados. Es un pudo ser fantástica, pero no me terminó de convencer. Así que quizás no ha sido la lectura indicada para mí.