El día que la muerte se convirtió en colibrí

El día que enterramos a Diana fue la primera vez que vi un colibrí en mi vida. La abuela me dijo que era un mensaje de un ser amado. Que si me quedaba muy quieta se acercaría a susurrármelo con el revoloteo de sus alas.

Me sentía atrapada entre decisiones mal tomadas y sus posibles consecuencias.

Camila siempre se culpó de ahí nacieron sus demonios. Era una niña. Aprendí a verla como un pájaro al que le cortaron las alas estando muy pequeño, no solo se las cortaron, las extirparon de su ser , y nunca pudo volar, y ese sentimiento es lo que frustró todo lo demás en su vida.

Aquí estoy frente a un reflejo que me devuelve la mirada . Sonrío y sabes que esta noche seré todo eso que tanto has intentado reprimir.

No me había planteado tener hijos . Mis pensamientos a futuro no incluían ni niños ni marido. Eventualmente llegaría el momento en que eso se convertiría en algo importante, seguro cuando el reloj de la fertilidad comenzara a tocar las campanadas o cuando mi instinto maternal se despertara de su letargo sería tarde.

Quiero decirle que cometí un error, que la maternidad no es lo mío y no puedo con todo esto , con no poder dormir y el miedo y con él siendo tan frágil. Quiero decirle que no sé qué hacer.

Retengo la sensación de la mano de mamá apretando la mía, diciéndome que todo va estar bien. Ahuyento sus ojos tristes y llenos de lágrimas.

Se muere y no concibo vivir sin ella por más enojada que esté. La estoy odiando porque estoy enojada y se muere y no puedo enojarme, no puedo gritar.

Me encuentro a la deriva. Entre las cosas que daba por ciertas y que se acaban de convertir en un invento de mamá.

Escúchame bien, es una gran oportunidad y me dolería mucho que la desperdiciaras.