Lulu

El protagonista de 'Lulu' recuerda una época concreta de su adolescencia, y la elección de las palabras no podría ser más acertada para definir el tono de la novela: ‘estaba mucho más solo que ahora, cuando estoy muy solo. Mi trabajo, por aquella época, era la soledad'. Únicamente dos frases son suficientes para presentar a un personaje roto, que no ha sabido superar los traumas del pasado. Esos traumas que llegan en forma de araña repugnante, con patas enormes y andares abominables, tejiendo peligrosamente sus redes alrededor del protagonista sin posibilidad de escapatoria. Y como consecuencia, la más poderosa, ilimitada, inabarcable soledad.

Victor tiene 34 años y se ha convertido en un escritor frustrado que rememora el viaje que hizo en el pasado, cuando era un joven inadaptado con serios problemas para socializar. En aquella época, evitaba todo tipo de fiestas y eventos que realizasen los demás estudiantes y, por el contrario, prefería quedarse en su cama leyendo. Sin embargo, el contacto con Lulu, personaje al que la novela da título en su traducción al español, tendrá un impacto mayúsculo en su vida y definirá al hombre en el que se ha convertido.

Los demonios del pasado revisitando a personajes perdidos en su propia mente son un recurso muy utilizado en la literatura. Pero a Cartarescu se le tiene que reconocer una tremenda originalidad en la manera en la que crea este puzle maquiavélico, con capas de realidad y de onirismo que se mezclan con mayor rapidez, con mayor locura, a medida que la novela avanza y el protagonista se enfrenta a la página en blanco en la que vomitará sus mayores secretos.

'Lulu' tiene sin duda grandes aciertos. Una atmósfera sobrecogedora se apodera del relato. El proceso de lectura es más inquietante que agradable. Y la grandeza de la narración sobresale en cada una de sus páginas: Cartarescu es un maestro en el arte de la palabra, ofreciendo oraciones milimétricamente escritas. También es un provocador, lo cual no siempre me ha funcionado. En su inicio ya se aprecia esta dualidad entre lirismo y fealdad. El protagonista empieza su relato preguntándose, ‘¿cómo voy a escapar de ese carmín que se extiende por mi vida como en el espejo de un lavabo y que no desaparece con nada?', a lo que sigue, ‘¿cómo voy a sacar de mi cerebro aquellas tetas de guata, aquella falda de puta vulgar, aquella peluca, aquel artificio, aquel manierismo?'. El autor conoce perfectamente las cartas con las que está jugando y busca la incomodidad y la provocación en el lector.

La dualidad no sólo va a estar presente como figura estilística. La propia narración está cargada de pares opuestos que interactúan con gran precisión: el equilibrio entre presente y pasado, la mezcla andrógina entre hombre y mujer o la delgada línea entre deseo y aversión son algunos ejemplos que van a definir toda la novela.

Ahora bien, no es oro todo lo que reluce. El exceso de onirismo y de simbología me ha acabado pareciendo algo frustrante, especialmente en su segunda mitad. La narración, que en su idea original es aparentemente sencilla, se complica y se desarrolla con un exceso de confusión que acaba afectando al disfrute de la novela. Su estructura predomina por encima del argumento, y tengo la sensación de que he leído un texto mucho más cercano a la lírica que a la prosa.

Mi primer contacto con Mircea Cartarescu se ha convertido en una montaña rusa de sensaciones, con algunos grandes aciertos y otros importantes fracasos. Si tuviera que definir rápidamente mi opinión general, ésta sería que el autor se ha pasado de frenada. Esto será un punto a favor para algunos lectores, pero a mí me deja un sabor agridulce. A pesar de todo esto, hay una cosa que tengo clara: el surrealismo, el tormento y el dolor en la historia de Victor se han quedado grabados en mi memoria literaria para siempre.